El reguetón de Medellín, lleno de vacío
Por Sara Kapkin
Hace casi 40 años, el cineasta Wim Wenders explicaba en una entrevista que el cine de Hollywood se alimentaba casi exclusivamente de sí mismo, por eso repetía de película a película las mismas experiencias, rompiendo el vínculo del cine con la vida.
Eso que dijo en Wenders en 1987, lo vemos hoy con la música, sobre todo con el reguetón, el de Medellín que, apurado por la industria, produce y produce canciones que hablan casi siempre de los mismo, de lo que se supone que hay que cantar, de lo que funciona.
A Karol G le pasó con la canción Sin Pijama, de Becky G, en la que se rehusó a participar. “En la canción hay dos cosas con las que mi personalidad no concuerda. En mi posición, siempre quiero que cuando saque una canción diga ‘sí, yo la siento, yo la cantó, esto es lo mío, eso es lo que yo soy’. Siempre le he mostrado a mis seguidores como soy, entonces todos los coros decían que íbamos a fumar marihuana sin pijama y yo decía ‘no, yo cantó eso y a mí no me lo cree nadie, porque yo no lo hago’ y yo le decía a Becky, ‘Becky pero si tú no fumas marihuana, si yo no fumo marihuana para que lo vamos a cantar en una canción’. No me gusta cantar algo que no me representa y el hecho de que sí, somos unas damas, y como que perras en la cama, me parecía un poquito fuerte”, explicó en una entrevista con La Música, en 2018.
Aunque un par de años después empezó a cantar eso que decía que no la representaba. En su verso de la canción Poblado Remix dice: “Y si tu tienes los papeles de este culo / porque has pagado caro, yo facturo / panticito Moschino y pal oscuro / que yo prendo el bareto y lo circulo”.
Puede que haya empezado a fumar, pero lo más probable es que asuma esos gustos como parte de su personaje de La Bichota, que oficializó con una canción del mismo nombre lanzada a finales de 2020. Bichota viene de Bichote, una palabra de la jerga de Puerto Rico que se usa para referirse a un narcotráficante de alta jerarquía o al jefe del punto. Viene del inglés Big Shot, que designa al mandamás, al pez gordo, al poderoso.
En Friki, una colaboración con Feid, publicada también a finales de 2021, vuelve a mencionar el consumo de marihauna. Dice: “El reguetón la pone friki, friki / Prendiendo las moñas de cripi, cripi”.
En ambos videos —Poblado Remix y Friki— se ven motos, motos haciendo piruetas, específicamente Yamahas DT, una referencia asociada a los pillos, a los barrios populares. No es casualidad.
Entre 2020 y 2021 el reguetón local viró hacia lo popular, lo marginal. Las canciones se volvieron más explícitas, la mención al consumo de sustancias psicoactivas fue cada vez más frecuente, incluyeron en las canciones la jerga local —parlache—, Karol G asumió el personaje de la Bichota, Feid el de Ferxxo —hecho a imagen y semejanza del rapero Crudo Means Raw—, J Balvin estrenó el documental El Niño de Medellín, en el que se le ve hacer una campaña para la marca GUESS en la Comuna 13, y Maluma buscó a Teo Grajales, rapero de antaño, para la canción Medallo City, que abre su sexto disco Papi Juancho.
Ese viraje es lo que Pablo Alabarces denomina plebeyización —la tesis aparece en el libro Pospopulares, Las culturas populares después de la hibridación—: “El proceso por el cual bienes, prácticas, costumbres y objetos tradicionalmente marcados por su pertenencia, origen o uso por parte de las clases populares, pasaron a ser apropiados, compartidos y usados por las clases medias y altas”.
En ese proceso, lo político se diluye en lo estético, se pierde, y con eso se oculta la desigualdad, las condiciones desde donde surgen esas prácticas, esas costumbres, esos objetos. Se pierde el significado, se canta en el vacío.
La canción Poblado Remix —en la que además de Karol G participan J Balvin, Nicky Jam, Crissin, Totoy El Frío, Natan y Shander— habla de un PH en el Poblado, un penth house. Todo en el video es lujosísimo, todas las marcas que se mencionan en la letra son carísimas, aun así, el video empieza con un letrero rojo que dice Poblado, simulando el de los buses de trasporte público que recorren el barrio. Al final, entre las imágenes de lujosos apartamentos, carros, motos, ropa mujeres y fiestas, aparece, de la nada, el bus, primero dando su recorrido, después parqueado, en el lavadero.
La idea de carece de todo sentido, es un calco del video Aranjuez, de Alcolirykoz, publicado varios meses antes.
Aranjuez es una canción en homenaje a su barrio, un barrio popular. Habla de la vida allí, de la violencia y del amor. El video empieza con el letrero de Aranjuez en letras rojas, luego aparece el nombre del grupo y una frase: “Pa donde mires, tienes que subir”, que se repite final de la canción; se trata de una moraleja del barrio, no sólo por su geografía, sino por su condición marginal.
El video recorre el barrio, muestra su gente, sus dinámicas, las motos, las piruetas. El bus de transporte público aparece varias veces, en su recorrido por el barrio se encuentra con la cámara y vuelve de nuevo al final; en el vidrio delantero se lee Aranjuez, Alcolirykoz, y en cartel que indica los puntos por donde pasa la ruta, se le: “Pa´donde mires, tienes que subir”. Todo tiene sentido.
El problema no es copiar, es cantar sin decir nada, vaciar todo de significado. Pero es lo que hace la industria, en su afán, en su ambición. Entonces, pasa lo que dijo Bad Bunny en una entrevista con El Tony PR: “Hay artistas que son un poco insensibles, como que tú escuchas un disco y no lo sentiste. Escuchaste el disco entero y no sentiste al artista. Te fuiste sin conocer nada de él”. Es la industria, alimentándose de sí misma.