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En Antioquia buscan rescatar la fábrica pionera de porcelana del país, un tesoro de 140 años

La Fábrica de Cerámica El Salto, en El Santuario, fue el motor de desarrollo de la región, pero fue abandonada y ahora sus centenarios hornos amenazan ruina. Alcaldía tiene proyecto para convertirla en foco de turismo patrimonial y ambiental.

  • Hoy la zona es una reserva forestal donde los centenarios hornos sobreviven no solo a la naturaleza sino a los estragos de los vándalos. Los hornos ya amenazan ruina. FOTO JULIO CÉSAR HERRERA
    Hoy la zona es una reserva forestal donde los centenarios hornos sobreviven no solo a la naturaleza sino a los estragos de los vándalos. Los hornos ya amenazan ruina. FOTO JULIO CÉSAR HERRERA
  • Según la Alcaldía, la idea es recuperar el espacio para convertirlo en un foco de turismo ambiental y patrimonial. FOTO JULIO CÉSAR HERRERA
    Según la Alcaldía, la idea es recuperar el espacio para convertirlo en un foco de turismo ambiental y patrimonial. FOTO JULIO CÉSAR HERRERA
06 de agosto de 2025
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Cristian Álvarez Balbín

En la entrada del templo principal del municipio de El Santuario son pocas las personas que reparan el tesoro que pisan cuando ingresan a esta iglesia. Pese al paso del tiempo, los pequeños baldosines que hacen parte del atrio todavía brillan un poco cuando el sol “quemacachetes” pega con fuerza.

De hecho, si uno los mira bien aún puede ver los decorados con cruces azules que a veces traen el nombre del fiel que lo patrocinó y que dan cuenta de otra época más sencilla, donde la principal industria del municipio era otra diferente a la de exportar comerciantes a todos los rincones del país.

Los pequeños baldosines de porcelana dura también están presentes al interior del templo. Aunque su desgaste es mucho mayor, todavía se observan algunas figuras que dan cuenta de un arte básico que curiosamente remite al de las vajillas del vecino El Carmen de Viboral.

La presencia y el origen de estas pequeñas piezas, incluso tal vez desconocida para muchos santuarianos, es de suma importancia para la región y el departamento no solo por ser “vestigios” de la transformación del territorio en casi dos siglos sino también porque son el testamento de ese paso de la Antioquia rural a la moderna gracias a un elemento que parece frágil, pero que ha sabido perdurar en el tiempo: la cerámica santuariana.

Para comprender mejor, hay que moverse a la vereda El Salto de este municipio. Esta, aparte de ser un pulmón verde donde aún se ven raros árboles, tiene una particularidad: una puerta de hierro forjado en la mitad de la nada que conduce a la protagonista de esta historia, la Fábrica de Cerámica El Salto.

Y es que allí, gracias a las tres cascadas que hay en la zona, se fundó a finales del siglo XIX dicha factoría, tal vez la primera de su tipo en todo el departamento y el país, la cual fue fundada por un visionario conocido como Lisandro Zulaga, un hombre al que la historia paisa le debe mucho.

Según contó Juan Betancur Ospina, secretario de Cultura de El Santuario, Zuluaga aprendió a trabajar la cerámica de altísima calidad así como la porcelana dura en la ciudad de Mompox, en la costa Caribe, a donde llegaron estos elementos fabricados con la técnica asiática que los ha hecho mundialmente famosos.

Zuluaga vio el potencial que esta materia prima podría tener para nacientes campos industriales como la electricidad. Por eso, tras aprender todo lo necesario, se convirtió en un precursor de la cerámica en Antioquia. Según Betancur, Zuluaga se caminó varias zonas del Oriente antioqueño buscando ese punto preciso donde pudiera montar la industria que cambiaría a la región y al departamento.

En sus andanzas por Antioquia, comenzó con experimentos de esmalte en hornos rudimentarios en la vecina Granada. Pero parece que el asunto no cuajó allí.

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Posteriormente, llegó a El Salto –e impulsado por dos notables paisas como el general Eusebio María Gómez y el señor Ramón Gómez– organizó la construcción de hornos y trituradores, ensamblando un equipo de unos 30 trabajadores.

“Don Lisandro compró los 33.000 metros cuadrados del terreno, incluyendo las tres cascadas de El Salto que se usarían para poder mover los molinos que triturarían la materia prima para trabajar la cerámica de altísima calidad y la porcelana dura. En 1880 se estableció la maquinaria y se edificaron los tres hornos con sus chimeneas. También se montó una casona de tres pisos en la que quedaban el edificio administrativo, la bodega y los dormitorios”, añadió Betancur.

Según lo que se sabe, en la visión de Zuluaga la producción de porcelana y cerámica debía enfocarse inicialmente en la creación de compuestos para la naciente industria eléctrica. Por eso allí, basta con remover un poco la tierra y las hojas caídas para encontrarse centenarias resistencias de porcelana que aún hoy tienen ese brillo propio del esmalte que les aplicaron hace tantos años atrás.

“El proceso que logró perfeccionar don Lisandro fue muy específico porque él primero investigó mucho la región para poder traer de municipios vecinos los minerales e insumos necesarios para poder hacer la cerámica y las porcelanas, como por ejemplo pasó con el caolín de La Unión. En el Oriente se encontró todo lo necesario para las piezas y su creación, desde el moldeado del barro hasta la aplicación del esmalte”, comentó el secretario.

Según la Alcaldía, la idea es recuperar el espacio para convertirlo en un foco de turismo ambiental y patrimonial. FOTO JULIO CÉSAR HERRERA
Según la Alcaldía, la idea es recuperar el espacio para convertirlo en un foco de turismo ambiental y patrimonial. FOTO JULIO CÉSAR HERRERA

Según Betancur, el negocio fue todo un éxito, tanto que convirtió a El Santuario en el tercer municipio electrificado de Antioquia, por detrás de Medellín y de Jericó. Según se cuenta, los elementos para la electrificación “made in El Santuario” no solo llegaron al Aburrá sino a otras partes. Incluso se cree que las resistencias y los aisladores necesarios para los tendidos eléctricos, hechos allí, viajaron a varios países de Latinoamérica dado lo novedoso de los productos.

Sin embargo, la rápida evolución de la industria eléctrica fue relegando a la cerámica y la porcelana, lo que causó una caída en la demanda de estos productos que también se sintió en El Santuario. A esto se sumó que –pese a que la cerámica El Salto fue un gran empleador de la zona, sobre todo para las mujeres santuarianas– al inicio del siglo XX muy poca gente se animaba a trabajar en una industria tan pesada que exigía mantener hornos prendidos a más de 3.000 grados centígrados por mínimo tres días.

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Sin embargo, ese no fue el fin para la cerámica de El Salto, pues decidió renovarse convirtiéndose en una fábrica de elementos cotidianos y artísticos. De los hornos salían vajillas que muy posiblemente fueron las precursoras de las de El Carmen de Viboral.

Así mismo otros elementos como camafeos y las lápidas de las siglas LBG también salieron de allí. Hasta pilas y fuentes salieron de El Santuario. Una de ellas terminó en la casa Barrientos mientras que otra –instalada en 1913– aún espera una renovación completa en el parque principal de El Santuario.

En su última fase, la familia de don Lisandro vendió Cerámica El Salto a otro particular cuyo nombre se ha perdido en el tiempo. Este dedicó los enormes hornos –tan grandes como pequeñas casas– a la producción de elementos religiosos como pasamanos y figuras decorativas que fueron a parar a parroquias de Concepción, Envigado, Marinilla y Rionegro, entre otras.

Buscan recuperarla

Betancur narró que los hornos en El Salto estuvieron activos hasta cerca de 1940, cuando finalmente ya la fábrica se abandonó. La naturaleza fue aquietando ese otrora febril espacio. Así estuvo la cosa hasta que esta histórica factoría también sufrió los embates de la guerra que sacudió al Oriente.

“Durante la toma paramilitar del Oriente, los ‘paras’ establecen su base allí. Ellos destruyen la casona y la vuelven un fortín. Ya hoy poco rastro queda de ella. Por fortuna los hornos sí se salvaron. Apenas en 2008 es que empieza a resurgir la necesidad de restaurar el espacio dada su importancia histórica”, añadió el secretario.

Hoy la zona es una reserva forestal donde los centenarios hornos sobreviven no solo a la naturaleza sino a los estragos de los vándalos ignorantes que incluso tienen la osadía de usar los ladrillos de los maltrechos hornos para montar improvisadas fogatas.

Según la Alcaldía, la idea es recuperar el espacio para convertirlo en un foco de turismo ambiental y patrimonial dada su naciente incidencia en tres características importantísimas que hasta hoy destacan al Oriente: la energética, la artística y la religiosa.

“Hasta 2023 salió el Plan Decenal de Cultura para poder destacar estos espacios por medio de destinación de recursos públicos propios o aportes privados y de otras instancias. Estamos presentando constantemente proyectos al Ministerio de Culturas, pero hasta ahora han beneficiado a otras iniciativas. Mientras, lo que hacemos son convites llamados Amor por la Cerámica, donde venimos a retirar las matas de Ojo de Poeta así como otras planta que aparecen sobre el techado que pusimos para proteger los hornos”, comentó el secretario.

Mientras esperan que desde el Gobierno Nacional algún día miren estas joyas, desde la Alcaldía de El Santuario dicen que están buscando recursos con entidades privadas para lograr la restauración de los hornos que ya amenazan ruina. El asunto es urgente, pues posiblemente con su caída se perderá un gran pedazo de la historia del Oriente, pues tal vez de estas imponentes chimeneas surgió la industria que transformó el territorio hasta hoy.

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