La vajilla fue empacada con sumo cuidado, tal vez con un poco más que cualquier otra. Salió desde tierras antioqueñas hacia Bogotá y allá le dieron rumbo al destino para el que fue creada: Roma. Veinte piezas de cerámica llegaron al Vaticano, a las manos del papa León XIV, desde un taller de El Carmen de Viboral, Oriente antioqueño; noticia ya conocida por muchos desde hace un par de semanas cuando fue divulgada en los medios de comunicación. Pero hay detalles detrás de ese hecho que llenó de orgullo a gran parte de un pueblo que preserva el legado ceramista desde hace casi 127 años.
Todo empezó a mediados de julio pasado. En la empresa Herencias Cerámicas —una de las casi 14 ubicadas en toda la avenida de entrada al pueblo hasta el parque de ese municipio— recibieron una llamada de la Embajada de Colombia en el Vaticano y les dijeron que necesitaban un regalo. Diego Alzate Ríos, que se encarga de las relaciones comerciales de la empresa, cuenta que habló Iván Velásquez, exministro de Defensa y designado por el gobierno nacional como embajador del país en la Santa Sede a mediados de este año.
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El 5 de septiembre pasado, en el Palacio Apostólico Vaticano, Velásquez le presentó al pontífice sus cartas credenciales y fue ahí que le entregó la vajilla que viajó unos 9.400 kilómetros. Le dijo que el regalo provenía de su tierra, Antioquia —el embajador nació en Medellín—, que era una tradición de más de 120 años, elaborada por familias de El Carmen de Viboral y “totalmente hecha a mano”. El papa, sonriente, agradecía, mientras observaba y tocaba los platos, lisos al tacto, brillantes, tan bellos como son las piezas de esta tradición. El diseño que miraba León XIV dejaba ver un cogollo y unos ramilletes pulidos, todo en tono verde, uno de los tres colores —los otros dos son azul cobalto (el original) y rojo— en los que viene esa vajilla, llamada Eterna.
Eterna fue su primera vajilla
Esa vajilla forma parte de la línea Selecta, la más exclusiva de tres que existen en la empresa Herencias —las otras dos son Armonía y Esencia—. La llamaron Eterna porque se inspiraron y tomaron elementos de una las decoraciones más tradicionales que se eternizó en el pueblo, la Florelba, pero le dieron un toque contemporáneo.
Maritza Cardona Pabón, esposa de Diego y representante legal de Herencias Cerámicas, cuenta que el verde, el color que eligieron en la embajada para regalarle al papa, fue el tercero en el que sacaron la Eterna. La primera, la azul, fue la decoración con la cual la empresa hizo su apertura hace cinco años, con la que debutó como el taller y almacén que es hoy. Es muy joven, pensaría uno, pero se bautizaron así en honor a cinco generaciones de la familia que han preservado el legado de la cerámica.
El padre de Maritza, el reconocido maestro ceramista Francisco Cardona, les enseñó a ella y a sus tres hermanos este arte y todos lo han preservado. Crecieron viendo la fabricación de la loza de El Carmen de Viboral, estaba casi en su ADN. Pero Maritza, docente de profesión, solo se metió de lleno a la cerámica hace seis años, y hace cinco nació Herencias, en honor a esa tradición que han trascendido las generaciones. Son como un hijo menor de Esmaltarte, el otro taller, que dejó su padre tras fallecer hace un año, ubicado a pocas cuadras y que mantienen vigente.
Hace cinco años, cuando crearon la nueva empresa, no se imaginaban siquiera que una vajilla de ellos, con la que debutaron en el mercado, fuera a ser regalo a un pontífice. Al principio, desde la embajada no les dijeron para quién era el encargo. Les pidieron el catálogo y casi un mes después no se había concretado ningún negocio. Diego creyó que tal vez habían contactado otro taller con un diseño que les gustó más. Pero como el 8 o 9 de agosto volvieron a llamar y pidieron la Eterna verde, de veinte piezas, cuatro puestos —plato de seco, plato sopero, plato tortero, plato dulcero y pocillo—, con un diseño creado por la decoradora Carolina Arango y que tuvo un costo de $840.000. En el sitio web de Herencias cinco piezas de Eterna cuestan $124.000, pero la del papa salió más cara porque la embajada solicitó algunos cambios especiales.
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Las vajillas de la línea Selecta son las más caras. Porque la decoración requiere tiempos específicos más altos, porque implica muchos más detalles, porque se usan pigmentos que son costosos. Esos detalles los impregna con agilidad y destreza hipnotizante Natalia Hernández, mientras gira el torno y da pinceladas. Está pintando una Eterna, como la que le pintó al papa. “Yo soy bendecida”, dice entre risas tímidas. Al principio, Natalia no creía que ese encargo que le pidieron decorar era para el pontífice que apenas hace cuatro meses se estaba posesionando como máximo líder de la iglesia católica.
Es una vajilla con denominación de origen
Después, como lo haría cualquiera —aunque el principio sea hacer el mejor trabajo para cualquier cliente—, Natalia se esmeró un poquito más que en sus otros proyectos, le puso un empeño adicional; la terminó en un día y medio. Su trabajo es crucial porque da vida y color a las piezas, porque honra el legado de decoración que empezaron a incorporar en las cerámicas en 1970. Desde entonces los diseños tradicionales, que representan la esencia de ese arte carmelitano, son flores, como las de Eterna. La vajilla que recibió León XIV tiene sello de denominación de origen, una condición otorgada por la Superintendencia de Industria y Comercio y que cobija a piezas que son elaboradas de principio a fin en un taller; con las técnicas tradicionales; con pastas de la región del Oriente antioqueño y con decoración netamente floral —si se agrega una mariposa o un colibrí, por ejemplo, pierde la denominación de origen.
En Herencias hay piezas con y sin denominación. Las que sí, no solo cuentan con el talento de decoradoras como Natalia, sino que cumplen con los otros pasos. En el caso de la vajilla papal se hizo en ese taller familiar; con pasta de loza obtenida tras un proceso al que someten la arcilla que compran a un tercero y es extraída de La Unión o La Ceja porque en El Carmen no se puede explotar este insumo; hecha con molduras de yeso; sometida a la rigurosa etapa de pulido o lavado, para que la pieza quede lisa y prolija antes de pintarse; cocinada en hornos artesanales que se calientan hasta los 1.180 grados —entre 8 y 12 horas cada cocción—; para luego ser decorada y esmaltada antes de ir al horno por segunda vez. Son más o menos 12 días para sacar una pieza completa. Eso tardaron en fabricar la vajilla del pontífice.
Herencias y otros talleres se empeñan en preservar un legado
Los dos hornos, abiertos, emiten un calor suave que contrarresta el frío mañanero. Dejan ver pocillos, platos, materas, jarros apilados, algunos sin color, otros ya esmaltados sobre los bellos diseños. Dependiendo de las piezas, en cada uno pueden caber hasta 700 de tamaños variados o incluso 2.000 pequeñas, como saleros, por ejemplo. Salidas del horno, tras la primera quema, quedan los bizcochos, como sabiamente llaman a las creaciones pálidas, sin pintar. Luego, pasan al secado a temperatura ambiente antes de ser pulidas o lavadas.
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Estos procesos son liderados por Diego, que dejó su cargo como analista de comercio exterior para dedicarse a la labor de la cerámica. Aunque es carmelitano de nacimiento, su familia no es ceramista, pero él se dejó seducir por la tradición cuando se casó con Maritza y aprendió parte del arte con su suegro. Él y Maritza involucran a sus hijos en la vida del taller, para que no pierdan de vista el legado ancestral que tienen la fortuna de albergar en su familia. No se trata solo de un oficio: trabajar la cerámica requiere paciencia, orden, disciplina, y eso también lo quieren inculcar en los más jóvenes.
La preservación, dice Maritza, es una de las tareas en las que más empeño ponen. No solo porque en vida don Francisco siempre les repetía que no dejaran morir la tradición, sino también porque saben que son los guardianes de un arte por el que es emblemático todo un pueblo, que fue declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Nación. De hecho, el taller de Herencias Cerámicas es una escuela de artesanos, la mayoría de los empleados empezó aprendiendo allí, se hizo allí a pulso, como Natalia, como Diego, como Maritza, que se especializó en la decoración.
Por el lado paterno de Maritza todos los que legaron el conocimiento a lo largo de esas cinco generaciones fueron hombres. Pero hay que resaltar el rol que cumplió su madre Olimpia Pabón, también decoradora. Doña Olimpia y don Francisco fueron además los que motivaron la agrupación de los ceramistas en el municipio. En 2013 nació la Asociación de Productores de Loza de El Carmen de Viboral (Aproloza), en la que están los talleres más representativos del pueblo, como Esmaltarte, Grupo Renacer (Renacer y Viboral), El Dorado, Camelia, Artemanía, Horno Mágico, Carmen Experimental, El Dragón, Arte y Loza y Del Alfarero.
Fue esa asociación, hoy con doña Olimpia como representante legal, la que hizo la gestión para que les otorgaran la denominación de origen, así como la declaratoria de patrimonio inmaterial de la Nación. También van a cumplir la segunda versión de la Fiesta de los Saberes Cerámicos, que se ingeniaron para exaltar esta tradición con actividades en las que puedan participar todos los carmelitanos y visitantes. Tienen alianzas con reconocidas empresas para producciones colectivas, como la línea de decoración exclusiva que le hicieron al restaurante Santa Clara, de Monserrate, en Bogotá.
Marcela Ramírez Cardona, secretaria de Turismo y Desarrollo Económico de El Carmen de Viboral, reconoce el esfuerzo de los ceramistas por exaltar este legado y dice que la administración trabaja en articulación con ellos para promover la tradición y cumplir el plan especial de salvaguarda. Por eso, afirma, la noticia de la vajilla Eterna los llenó de alegría: “Felices de que el papa León XIV tenga una cerámica carmelitana, nos llena de mucho orgullo poder llevarle al mundo nuestro saber y nuestro quehacer”.
La funcionaria destaca una de las iniciativas de Aproloza llamada Sello Carmelitano, que propende por fortalecer la vocación y la formación en el arte de la cerámica. Que hay que empezar por casa, anota para explicar que una de las tareas es que los mismos carmelitanos se apropien de esta tradición, incluso si en sus familias no está arraigada. Una de las iniciativas es con los restaurantes del municipio para que todos atiendan a los clientes con vajillas carmelitanas, porque tienen claro que “la sombrilla principal del turismo en El Carmen es la cerámica”, señala la secretaria.
Asimismo, hacen encuentros mensuales en los que los artesanos pueden ofrecer las cerámicas en ferias en el pueblo y les ayudan a participar en espacios nacionales e internacionales para abrirse más campo en el mercado. La funcionaria cuenta que les han ayudado a abrir puertas en Estados Unidos, Dubái, Australia, Panamá, España o Paraguay, pero aún falta mucho camino por recorrer, por lo menos en lo que se refiere a posibilidades de exportación.
Maritza y Diego explican que el mercado es en un 95% nacional y que el comercio de las cerámicas se da en los almacenes y talleres, más que todo de parte de turistas en el pueblo. Eso los lleva también a incorporar otros diseños, porque muchos clientes buscan productos personalizados. En el caso de Herencias es Maritza la que se encarga ahora del área de decoración con diseños a pedido, como aquella vajilla en la que alguien le pidió pintar la cara de su caballo u otra que encargó un biólogo de la Universidad de Antioquia con especies de peces.
También ofrecen cursos y experiencias a los visitantes con actividades en las que pueden conocer el funcionamiento del taller en todos sus pasos e, incluso, pintar su pieza o hacerla desde cero. El otro frente es producir para empresas reconocidas que encargan cerámicas para eventos o regalos internos. Pero lo más importante es que en El Carmen vibren con esta tradición, por lo cual Herencias y otros talleres de Aproloza apuestan por actividades como talleres con estudiantes de colegios del pueblo. “A veces la gente del municipio simplemente dice ‘acá hacen loza’, pero no saben cómo se hace. Es una forma de enseñar y que ellos también sean como un puente para que otros aprendan”.
Es por eso que haber fabricado una vajilla para el papa tiene su importancia, como la tuvo en su momento la que le llevaron a la reina Isabel como regalo especial del gobierno colombiano durante una visita oficial realizada hace más de una década. Porque no se trata solo de una venta de Herencias, sino del reconocimiento de una tradición que enorgullece a un pueblo, en especial a familias que lo dan todo para que no muera la forma ancestral de fabricarlas ante el auge de una industria que puede producir cantidades insuperables sin el amor de un artesano.
Fiesta de los Saberes Cerámicos empieza en unos días
Entre el 22 y el 28 de septiembre, El Carmen de Viboral celebrará la Fiesta de los Saberes Cerámicos, que incluye una programación para habitantes y visitantes, con exposiciones artísticas, ferias artesanales, talleres de formación para artesanos, experiencias de cerámica, conversatorios y otras actividades culturales para promover la cercanía a la riqueza del oficio ceramista. La secretaria Ramírez Cardona explicó que en esta versión el país invitado es México, desde donde llegarán artesanos de la institución Uriarte Talavera de Puebla, que tienen una tradición desde 1824 en la cerámica y cuyo saber también es reconocido como Patrimonio de la Humanidad. Se busca que haya un intercambio de saberes entre ambos países que comparten este legado.
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