Pocas horas después del brutal atentado contra el senador y precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay, el país estaba expectante por el pronunciamiento del Jefe de Estado, Gustavo Petro, esperando tal vez algún sosiego en las palabras de su líder político.
Su primera impresión la compartió públicamente por la red social X, a las 6:56 p.m. del pasado 7 de junio, una hora y media después del ataque a bala en el barrio Modelia de Bogotá. El contenido de su mensaje causó confusión, por mencionar a los árabes en un contexto en el que nada tenían que ver.
“Ay Colombia y su violencia eterna. Quieren matar al hijo de una árabe en Bogotá, que ya habían asesinado, y no se debe matar en el corazón del mundo. Matan al hijo y a la madre. Respeten la vida, esa es la línea roja. Colombia no debe matar a sus hijos, porque ellos también son hijos nuestros. Mafias de la tierra, costras de la humanidad. Que vivan tranquilas las familias árabes que llegaron a Colombia. Colombia da la bienvenida al mundo, y no mata a quienes vienen de todos los rincones del planeta. Mi solidaridad a la familia Uribe y a la familia Turbay. No sé cómo mitigar su dolor. Es dolor de madre ida y de patria”, escribió.
Horas más tarde dio una alocución televisada, para anunciar los resultados de un consejo de seguridad de emergencia. Fue otro discurso plagado de sus habituales referencias a Simón Bolívar y Cien años de soledad, en el que lamentó la agresión a su contrincante político y dijo que ordenó investigar a los integrantes de su esquema de protección.
Pero al final, remató con otro apunte sobre los árabes, incluso pronunciando una frase en su idioma, cerrando el puño en su pecho.
“(...) Por eso a Miguel Uribe Turbay, descendiente de árabes, hermano por tanto de sangre, le digo: As-salamu alaykum, la paz sea contigo”, se despidió susurrando.
Sobre este tema, EL COLOMBIANO consultó a la socióloga e historiadora Olga L. González, investigadora asociada a la Universidad de París Cité, quien ha estudiado el fenómeno de la descendencia árabe en nuestro país.
“Lo primero sería decir que Petro a menudo hace unas ilaciones que uno no entiende de dónde vienen ni para dónde van. Aquí aparentemente es el apellido Turbay el que lo lleva eso, el segundo apellido del senador, que en efecto tiene un origen sirio-libanés remoto, porque no creo que hable árabe, ni su mamá hablaba árabe. Habría que preguntarle a Petro por qué le costó tanto trabajo darle un pésame, deplorar ese atentado, y en vez de eso dar tanta vuelta y meterse con los árabes”, recalcó.
El expresidente Julio César Turbay Ayala (1978-82), de ascendencia libanesa, fue el abuelo del hoy senador. Su madre fue la periodista Diana Turbay, secuestrada por el cartel de Medellín y asesinada en el fuego cruzado de los secuestradores con los militares que pretendían rescatarla en 1991.
Recordando ese episodio, fue que Petro mencionó “matan al hijo y a la madre”, aunque al cierre de esta edición el congresista seguía con vida.
“Si uno oye el discurso en el primer consejo de ministros, Petro también salió con muchas cosas de ese estilo, ‘descendemos de los árabes’, ‘los que llegaron con Colón eran árabes’. ¿Por qué está en esas? No es fácil entenderlo, ahora habla de la raza árabe, cosa que en realidad no existe, no existen las razas. Uno podría especular que se está acercando a los países de la península árabe, con negocios y cosas, y quiere primero exaltarlos a ellos. También que ante la idea anticolonialista, antieuropea, anti Estados Unidos, los países árabes se verían más afines, pero esas son suposiciones”, acotó la experta.
El siguiente 11 de junio, el primer mandatario volvió a referirse a los árabes, durante un discurso en un parque de Cali. Esa noche el ambiente estaba caldeado por la escalada terrorista de las disidencias de las Farc en Valle y Cauca, y por su firma del decreto para convocar a la consulta popular sin tener en cuenta la negativa del Congreso.
Refiriéndose al político liberal de la primera mitad del siglo XX, Gabriel Turbay Abunader, expresó que su sangre “también corrió por su mano propia, dicen, en algún barrio de París, porque no pudo aguantar que a partir de ahí hundieran a sangre y fuego al pueblo de Colombia y a sus aspiraciones, a sus derechos, y lo que se fortaleciera fuera la época del fascismo en Colombia”.
En dicha acotación cometió un error histórico, pues Gabriel Turbay no murió por su propia mano, sino por una enfermedad.
“No hay que tergiversar ni acomodar los hechos. Turbay no se suicidó, como dijo Petro en Cali. Murió de angina de pecho en París, una mañana de noviembre de 1947”, aclaró González en X, quien es autora del libro El presidente que no fue, la historia silenciada de Gabriel Turbay.
Este hombre fue uno de los políticos más importante del país en su tiempo. Nació en Bucaramanga en 1901, siendo hijo de migrantes libaneses; se graduó de Medicina, fue ministro de Gobierno y canciller, diputado, senador, embajador en Washington y candidato presidencial.
Según la investigación de González, fue dirigente liberal con ideario de izquierda, tanto así que impulsó el primer congreso comunista que se realizó en Colombia, en 1924.
Contaba con el respaldo de las bases liberales para la aspiración presidencial en 1946, pero el partido se dividió y al final también le otorgó el aval a Jorge Eliécer Gaitán, lo que debilitó su candidatura.
En aquel entonces, la procedencia libanesa de sus padres fue capitalizada por sus rivales políticos, que en un abierto gesto de racismo lo llamaban “turco” y “musulmán”, a pesar de que era un bumangués cristiano.
“Llegaron a lanzarle piedras y en Cali lo hirieron”, contó la historiadora en una entrevista radial.
El 25 de enero de 1945, EL COLOMBIANO publicó el balance de una visita del político a Medellín, para un homenaje que le rindió la Gobernación de Antioquia.
“Pobre recepción tributó el Liberalismo de Medellín al exembajador de los EE.UU.”, tituló el diario en aquel entonces, rematando más abajo que “el mitin a Turbay estuvo frío y desnutrido”.
El periódico reportó el 7 de mayo de 1946 que perdió las elecciones con 401.121 votos, mientras que el conservador Mariano Ospina Pérez obtuvo 523.523 (faltando 29 municipios por escrutar); Gaitán quedó en tercer lugar, con 332.563 sufragios.
González comentó que “Gabriel Turbay era un personaje relativamente olvidado de la política colombiana, y Gustavo Petro ha empezado a descubrirlo desde hace unos tres años. Yo creo que tengo un rol ahí, en la medida en que sobre Gabriel Turbay he trabajado, he dado a conocer esos trabajos tanto en la prensa como en revisas académicas, como en un libro, y estas cosas circulan”.
Es importante aclarar que Gabriel Turbay Abunader no tiene lazos de consanguinidad con Miguel Uribe Turbay, aunque compartan un apellido y la familia de este último también haya producido importantes dirigentes políticos.
Entre ellos, además de su abuelo presidente Julio César Turbay, están su padre Miguel Uribe Londoño, quien fue concejal de Bogotá y congresista; su tío Julio César Turbay Quintero, que se desempeñó como concejal y diputado en Cundinamarca, congresista y contralor general; y su media hermana María Carolina Hoyos Turbay, otrora viceministra de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones e integrante de la Comisión Nacional de Televisión.
La aparente fascinación del presidente por la descendencia del Medio Oriente se nota hasta en la elección de su gabinete. Un reportaje del periódico El País, de España, publicado el pasado 6 de marzo con el título Petro reivindica la huella árabe en Colombia con cargos en el Gobierno y la diplomacia, se centró en los funcionarios con raíces ancestrales en aquellas naciones.
En el recuento aparecen Yannai Kadamani, la ministra de Cultura; Mauricio Jaramillo Jassir, vicecanciller de Asuntos Multilaterales; Odette Yidi, embajadora en Qatar; Rayan Barkachi, embajador en Arabia Saudita; y Susana Muhamad, exministra del Medio Ambiente y copartidaria.
Tres días después de la publicación, Petro trinó, compartiendo el artículo: “Reivindico los orígenes árabes de la Colombia actual y por eso tendemos puentes hacia el mundo árabe. Porque Colombia pertenece al mundo y a la humanidad. Tenemos un privilegio mayúsculo, como enseñaron los sabios de la sierra nevada de Santa Marta, somos un centro del mundo, por eso somos el cuarto país del planeta en atraer especies vivas que llegan a nuestra tierra. Una Colombia en un mundo que lucha por la vida”.
El discurso proárabe de Petro se ha exacerbado por cuenta de la matanza de Israel a Palestina, que comenzó en octubre de 2023 y ha dejado más de 55.200 palestinos muertos. Incluso rompió relaciones comerciales y diplomáticas con el gobierno de Benjamin Netanyahu.
La migración de libaneses y sirios se dio a finales del siglo XIX y principios del XX. Llegaron a nuestra tierra cerca de 30.000 personas, la mayoría huyendo de la opresión del imperio turco-otomano.
En gran medida se instalaron en los pueblos de la Costa Caribe, desde La Guajira hasta Córdoba, y sus descendientes han hecho importantes aportes culturales, no solo en la esfera política, sino también en el arte, la gastronomía y la economía.
Por citar algunos nombres de descendientes destacados, podemos mencionar al decano del periodismo, Juan Gossaín; al sociólogo y escritor Luis Fayad; y a la cantante y compositora Shakira Mebarak Ripoll.
“Los aportes han sido muchos, en el mundo empresarial, en la poesía, en la novelística, en la culinaria. Ellos han enriquecido la diversidad de esta sociedad”, concluyó González.
Ahora bien, ¿y qué tendrán que ver estas historias con la escalada terrorista en el suroccidente del país, el decreto de la consulta popular y el atentado al político opositor? Solo el presidente Petro, que aprovecha cada micrófono y trino para mencionarlas, lo sabrá.
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