El aire cálido del Caribe aún le huele a infancia. A barrio, a cancha polvorienta, a balón rebelde que rebotaba en las piernas de un muchacho de Suan de la Trinidad con sueños más grandes que su estatura. Ese muchacho, César Haydar, tiene hoy 24 años, mide 1,84 metros, y está a punto de vestir una de las camisetas más pesadas del fútbol colombiano: la de Atlético Nacional.
Este miércoles aterriza en Medellín para realizarse los exámenes médicos y, si todo marcha como se espera, firmará su vínculo con el club verdolaga. No llega con estridencia mediática, ni bajo el reflector de una transferencia millonaria, pero lo suyo no necesita ruido: su trayectoria lo precede. Rápido en los cierres, fuerte en el juego aéreo, con salida limpia y una personalidad que contagia desde atrás, Haydar arriba a Nacional con la convicción de quien sabe que está listo para algo grande.
Su historia no comenzó en un centro de alto rendimiento, sino en los Intercolegiados, representando con orgullo a Suan. Desde allí dio el salto al Barranquilla F.C., el trampolín de tantos talentos costeños. En la categoría B ya deslumbraba por su porte, por su liderazgo precoz y por ese don extraño que tienen algunos para marcar diferencia sin necesidad de gritar. Siempre serio, siempre firme. Los entrenadores lo vieron y lo moldearon.
En Asefusa, bajo la mirada de Carlos Roa —padre de los también futbolistas Juan Camilo y Andrés Felipe—, su talento empezó a afinarse. Pero fue en Junior donde comenzó a hacerse jugador profesional. Curiosamente, llegó como delantero, pero fue una mirada sabia, la de Álvaro “Calidad” Núñez, la que lo reubicó como defensor central. Era inevitable: con su estatura, su capacidad de anticipación y su temple, era más útil atrás que arriba.
Pasó por la cantera del Junior durante cinco años, en los que fue creciendo y adaptándose. En 2019, cuando el equipo costeño se preparaba para la Copa Libertadores, el técnico Luis Fernando Suárez lo pidió para el equipo alterno. Bastaron un par de entrenamientos con el plantel profesional para que se ganara un lugar. Jugó, cumplió y gustó. Su nombre empezó a sonar con más fuerza.
Su ascenso fue tan notorio que en 2020 el Red Bull Bragantino, de Brasil, lo adquirió. Aunque su estadía en el fútbol brasileño no fue extensa, su nivel lo llevó de nuevo al Junior y luego al Deportes Tolima. Fue allí, en 2023, donde vivió su consagración. Terminó la temporada como el mejor defensor de la Liga: 89 despejes, 100 duelos ganados, 20 gambetas completadas, más pases correctos hacia adelante y mejor efectividad en los envíos largos desde el fondo. Un central moderno, confiable, con hambre.
Tras ese brillante año, el Bragantino lo cedió al Kawasaki Frontale de la segunda división japonesa. Pero el destino tenía otros planes: volver a Colombia, a un club de kilates. Nacional, en plena reconstrucción, vio en él una oportunidad. No solo por sus condiciones técnicas, sino por su carácter y por esa resiliencia que solo se forja en las calles de un pueblo que no olvida a sus hijos.
En Suan lo esperan con orgullo. Allá también vibraron con los goles y gambetas de Víctor Danilo Pacheco, con los pasos de Daniel Machacón y Ronald Herrera, y con el legado de su tío Alberto Haydar, que también jugó en Junior y cuyo recuerdo sigue presente desde que falleció en 2015. Su padre, Alci, también supo lo que era calzarse los guayos. Pero hoy es César quien lleva esa herencia futbolera con paso firme.
A su lado, incondicional, está su madre Mayra Villarreal, quien ha vivido cada paso de su carrera con emoción y fe. Ella sabe de sacrificios, de viajes, de noches de soledad en pensiones ajenas mientras su hijo crecía lejos del hogar. Y ahora celebra este nuevo capítulo como una recompensa merecida.
Puede que César Haydar no llegue a Nacional con un nombre rimbombante. Pero tiene lo que pocos: el corazón templado en la adversidad, la madurez del que ha aprendido desde abajo y la determinación de quien sabe que está frente a su momento. Nacional lo recibe con los brazos abiertos. Y él, fiel a su estilo, no promete otra cosa que lo que siempre ha ofrecido: entrega, seguridad y liderazgo. Porque algunos no nacen en cuna de oro, pero brillan igual. Porque algunos defensores no solo protegen un arco: también representan un sueño cumplido.