La historia de Néstor Lorenzo al mando de la Selección Colombia parecía sacada de un cuento de hadas. Un invicto de 25 partidos, victorias frente a potencias como Alemania, Brasil y España, y una ilusión colectiva que alcanzaba su punto máximo con la Copa América 2024 como objetivo. Pero, como en toda historia de gloria, también llegó el punto de quiebre. Nunca antes su proceso había sido tan cuestionado como ahora.
La caída llegó de forma cruel, en el epílogo del tiempo extra ante Argentina en las semifinales del torneo continental. La albiceleste, con su jerarquía intacta, rompió el invicto tricolor y, más doloroso aún, desvaneció la esperanza de volver a levantar un trofeo internacional tras 23 años. Desde entonces, todo ha sido cuesta abajo.
Llegan las dudas
El regreso a la competencia por el cupo al Mundial 2026 no trajo alivio. Colombia empató 1-1 en Lima frente a Perú, en un partido insípido. Luego, una chispa de revancha iluminó el cielo tricolor con una victoria 2-1 sobre Argentina en Barranquilla. Pero la ilusión volvió a desmoronarse con una derrota sorpresiva 1-0 ante Bolivia en El Alto. La irregularidad se convirtió en tendencia.
El 4-0 ante una de las peores versiones de Chile en décadas generó una falsa sensación de resurrección. El golpe de realidad fue inmediato: caídas consecutivas ante Uruguay (3-2), Ecuador (0-1), Brasil (2-1) y empates con sabor a derrota frente a Paraguay (2-2) y nuevamente Perú (0-0). De 18 puntos posibles en la segunda vuelta, Colombia apenas ha cosechado 5, firmando la peor campaña de su historia en ese tramo.
Sombra de la división interna
Como si el fútbol no fuera suficiente preocupación, empezaron a emerger rumores sobre fisuras internas en el grupo. El empate 2-2 frente a Paraguay encendió las alarmas. Fuentes cercanas a la Selección confirmaron que el técnico Lorenzo quiso hacer modificaciones al inicio del segundo tiempo, pero al menos un jugador se opuso abiertamente en el vestuario. El entrenador, molesto, abordó el incidente en una reunión posterior, exigiendo respeto por su autoridad.
Los problemas no se detuvieron ahí. Tras el gris empate frente a Perú, surgieron versiones no confirmadas de una pelea en el camerino. El foco apuntó hacia Jhon Durán, quien mostró gestos de inconformidad durante el primer tiempo, reprochando a compañeros y al cuerpo técnico. Según el periodista Paolo Arenas, el delantero llegó al vestuario insultando a sus compañeros y al ser increpado, agredió verbal y físicamente al técnico, zarandeándolo de la camiseta. James Rodríguez, Jefferson Lerma y David Ospina intervinieron rápidamente para calmar la situación.
Todos los implicados negaron rotundamente los hechos. Lorenzo habló de “gente mala leche” que quiere hacer daño al fútbol; James calificó de “falsas” las versiones, y Durán pidió al periodista retractarse. Pero el viejo dicho colombiano retumbó con fuerza: “cuando el río suena, piedras lleva”. Y hoy por hoy, no hay certeza de unidad, solo promesas que deberán demostrarse en el campo.
Argentina, juez del proceso
Este martes, a las 7:00 p.m., Colombia enfrentará nuevamente a Argentina, pero esta vez en su casa, en un duelo vital. Una victoria dejaría al equipo de Lorenzo con 24 puntos, virtualmente clasificado al Mundial, pero más importante aún, le devolvería el alma a un equipo que ha perdido fútbol, confianza y credibilidad. Una derrota, en cambio, podría ser el punto final de este proceso.
El contexto no es favorable: Argentina ha ganado 6 de sus 7 partidos como local en esta Eliminatoria, cayendo solo ante Uruguay. Además, la última vez que Colombia venció a la albiceleste en su casa fue en 1993, aquel legendario 5-0 en El Monumental. La historia pesa, pero también inspira.
Lorenzo contará con el regreso de Luis Díaz, una pieza clave que puede marcar diferencias. Pero el equipo necesitará mucho más: carácter, orden, efectividad y sobre todo, cohesión. Las dudas tácticas, la fragilidad defensiva y la falta de contundencia ofensiva han sido constantes.
El riesgo de una hecatombe
Si el resultado no acompaña, Colombia se jugará la vida en casa frente a Bolivia en la penúltima fecha. Ahí no habrá espacio para errores. Y el cierre será en Caracas ante una Venezuela que, con solo tres puntos menos, sueña con arrebatar el sexto lugar y el boleto directo al Mundial. En el peor escenario, incluso el repechaje podría quedar fuera de alcance.
Harold Lozano, mundialista en 1994, afirma que cuando los resultados no llegan, los rumores y las invenciones se disparan. “A nosotros nos sucedió en el Mundial de 1994, y solamente los jugadores y el cuerpo técnico sabemos lo que pasó. Pero la prensa inventó muchas cosas que no fueron ciertas. La única forma de acallar esas críticas es con resultados”, asegura. Con él coincidió Wilson Pérez, quien también estuvo en ese Mundial y manifiesta que los únicos que pueden demostrar que están verdaderamente unidos y fuertes son los jugadores. “Lo que sí es muy raro es que una selección que tuvo una racha tan buena hoy esté jugando tan mal”, dijo. Víctor Aristizábal, también exmundialista, prefiere restarle responsabilidad al técnico y dársela a los jugadores. “Los jugadores están en un bajo nivel. Ellos son más importantes que los entrenadores; su nivel es muy bajo y se les nota sin confianza, que eso es lo peor de todo”.
¿Últimas horas de Lorenzo?
Pese a las declaraciones públicas del presidente de la Federación, Ramón Jesurún, respaldando a Lorenzo, este diario ha conocido que ese apoyo es condicional. Dependiendo de lo que ocurra en el duelo ante Argentina, el técnico podría no llegar a dirigir los últimos dos partidos. Ya se manejan un plan B y un plan C para tomar el timón si la crisis se profundiza.
Hoy, más que nunca, el fútbol colombiano atraviesa un momento bisagra. El proceso de Néstor Lorenzo, que comenzó con promesas y sueños, pende de un hilo. Y como en el fútbol lo único que vale son los resultados, el veredicto lo dictará el campo. Allí, ante la campeona del mundo, la Selección Colombia deberá demostrar si aún tiene alma, fútbol y unidad para resistir la tormenta.
