Corea del Norte inauguró recientemente el resort de playa Wonsan Kalma, un complejo turístico de lujo a orillas del mar del Este que ya comenzó a recibir visitantes extranjeros, principalmente de Rusia. El destino fue presentado por el líder Kim Jong-un como un “resort cultural y turístico de clase mundial”, en una ceremonia oficial el mes pasado.
Sin embargo, el proyecto ha generado controversia internacional. Organismos de derechos humanos y expertos consultados por la BBC denunciaron el uso de trabajo forzoso durante la construcción del complejo, incluyendo la participación de las llamadas “brigadas de choque”, grupos laborales sometidos a jornadas extenuantes, alimentación deficiente y sin garantías básicas.
La influencia rusa y el proyecto turístico
La construcción de Wonsan Kalma, iniciada en 2018, fue reactivada tras una reunión entre Kim Jong-un y el presidente ruso Vladimir Putin en junio de 2024. En ese encuentro, Putin se comprometió a incentivar el turismo ruso hacia Corea del Norte como parte del fortalecimiento de los lazos bilaterales.
Una semana antes del primer viaje programado, una agencia rusa confirmó que 12 personas se habían inscrito en un tour de una semana que incluye tres días en el complejo, con un costo de $1.800 dólares, monto superior al salario mensual promedio en Rusia. Se han anunciado al menos dos viajes adicionales para agosto.
La BBC identificó tres agencias rusas que ofrecen paquetes turísticos al nuevo resort, aunque ninguna en China, otro aliado clave del régimen norcoreano, promociona aún este destino.
Un balneario entre el lujo y el control
Ubicado en la ciudad costera de Wonsan, el complejo cuenta con un parque acuático, más de 40 hoteles, zonas de campamento, centros culturales, cines y espacios recreativos. Según análisis satelitales de SI Analytics, para mediados de 2019 ya se había completado el 80 % de la obra, aunque luego se detectó una pausa en la construcción.
El diseño del balneario fue inspirado en Benidorm, España. En 2017, una delegación norcoreana —integrada por políticos y arquitectos— visitó ese destino turístico como parte de una misión de investigación enviada por Kim.
Según documentos internos revisados por el medio, el objetivo inicial era atraer más de un millón de visitantes anuales, manteniendo al mismo tiempo la zona como un área cerrada y controlada por el régimen.
Testimonios de abuso y desplazamiento
Los métodos utilizados para levantar el complejo han sido duramente criticados. Testimonios de desertores norcoreanos aseguran que muchos trabajadores fueron forzados a laborar sin descanso, bajo amenazas, sin salario digno y con alimentación insuficiente.
“Vi a muchas mujeres sometidas a tanto esfuerzo físico que sus periodos se detuvieron por completo”, contó Cho Chung Hui, exlíder de una brigada de choque. Otros exresidentes de Wonsan afirmaron que fueron expulsados de sus viviendas sin compensación para facilitar la expansión del resort.
“Las autoridades no se hacen responsables si alguien muere trabajando”, dijo Kang Gyuri, quien huyó de Corea del Norte en 2023.
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El proyecto turístico bajo el escrutinio de organismos de derechos humanos
La Oficina de Derechos Humanos de la ONU en Seúl reiteró su preocupación por el uso de sistemas laborales coercitivos en el país y por la falta de supervisión independiente sobre las condiciones de vida y trabajo.
Aunque el régimen ve en el turismo una vía para aliviar las sanciones económicas, analistas como Andrei Lankov consideran poco probable que el complejo se vuelva popular entre turistas extranjeros. “Los rusos pueden ir a Turquía, Egipto o Tailandia, que ofrecen mejores servicios y mayor libertad”, afirmó.