En una de las esquinas más concurridas de la Ciudad de Buenos Aires, Argentina, los vecinos ya conocen a Dani, un hombre que trabaja haciendo chapitas artesanales para identificar mascotas. Lo que pocos sospechan es que detrás de su puesto improvisado hay una historia de lucha, resiliencia y un motor inesperado: su perra Akira.
Durante años, Dani atravesó momentos marcados por el consumo. Sentía que no había salida, hasta que la llegada de Akira le cambió la vida. “Ella me abrió la cabeza, me dio otra oportunidad”, contó el hombre de avanzada edad un video difundido por redes sociales que rápidamente se hizo viral.
El punto de inflexión fue tan simple como profundo: la responsabilidad de alimentar a su perra. “Me acostumbré a que ella necesitaba comer y yo no podía gastar la plata en drogas”, confesó. Desde entonces, Akira se convirtió en su compañera inseparable y en la razón que lo empuja a mantenerse firme. “Ella me cuida a mí, yo la cuido a ella”, dice.
Con un martillo y un cincel, Dani aprendió a elaborar chapitas de metal que vende a dueños de mascotas. No solo le sirven como sustento económico, también cumplen un propósito social: ayudar a que perros, gatos e incluso conejos o tortugas puedan ser identificados si se pierden. “Es un trabajo que disfruto porque me conecta con mucha gente linda”, explicó.
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A diario, recorre cerca de 60 kilómetros en moto junto a Akira para llegar a su lugar de trabajo. Durante el trayecto, la perra se acomoda detrás de él y, según cuenta, cada tanto se da vuelta para regalarle un beso. “No quiere que le tape la vista ni que la moleste. Ella viaja feliz”, relató.
En el video, que tiene cientos de reproducciones, reconoce que mucha gente piensa que quienes caen en las adicciones no cambian, su historia demuestra lo contrario.
“Lo mejor que te puede pasar en la vida es un bichito de 40 centímetros y dos millones de pelos”, concluye Dani, convencido de que Akira le dio lo que nadie más pudo darle: la fuerza para volver a empezar.