El recorrido del papa Francisco por el aeropuerto Olaya Herrera de Medellín es una de las imágenes inmortalizadas para quienes pudieron verlo en su visita a la ciudad, el 9 de septiembre de 2017. Allí, el pontífice comenzó la esperada agenda en la capital antioqueña, donde los fieles lo esperaban con fervor y donde lo recibieron entre aplausos y lágrimas.
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Allí, en medio de una multitud, 1’300.000 personas de distintas partes del país según los datos oficiales, el pontífice ofició una eucaristía en medio de una mañana fría, precedida por una noche lluviosa que no fue impedimento para que los creyentes se desvelaran esperándolo.
¿Cómo fue la visita del papa Francisco a Medellín?
Quienes estuvieron en el Olaya Herrera recuerdan la tensión causada por la espera. Aunque el papa ya había aterrizado en Rionegro, tras llegar de Bogotá, tuvo problemas, por las condiciones climáticas, para abordar el helicóptero que lo trasladaría hasta Medellín. Entonces, tuvo que bajar en carro. Pero la espera también estuvo acompañada de la alegría de los feligreses mirando cada movimiento del pontífice, transmitidos por medio de las pantallas gigantes instaladas en el lugar.
Y cuando se le veía cada vez más cerca del aeropuerto, los gritos dominaron con los cánticos paisas, colombianos, con los que querían expresarle el afecto al papa: “¡Francisco, amigo, Medellín está contigo!”, gritaba la multitud a la llegada del líder católico, que llegaba a Medellín luego de tres décadas de la última visita de un papa a la ciudad: la de Juan Pablo II, en 1986, en ese mismo lugar.
La llegada de Francisco fue apoteósica. Los asistentes se arremolinaban esperando que los mirara, que los bendijera, que los abrazara, tan solo verlo mientras pasaba montado, saludando sonriente, en el papamóvil en las vías que dejaron libres ese sábado en el Olaya.
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La eucaristía marcó el inicio de una jornada en la que también conversó con la gente. En un mismo espacio del aeropuerto se encontró con jóvenes de la Fundación Scholas Ocurrentes, que trabaja para solucionar problemas sociales de la juventud y que él mismo creó en Argentina antes de ser papa.
También conversó con religiosos y estudiosos del Seminario del Sagrado Corazón de Jesús, y visitó la sede de Boston (Centro) de Hogares San José, una fundación con más de 100 años de historia, ubicada en Boston, donde atienden a niñas, niños y jóvenes, quienes también lo esperaban ansiosos. El encuentro fue con alrededor de 300 menores de edad: le dieron flores, le cantaron, lo escucharon.
Posteriormente, el pontífice estuvo en el centro de eventos La Macarena, donde tuvo un encuentro con obispos, sacerdotes y religiosos en general, donde puso fin a su agenda en Medellín, la penúltima jornada que tuvo en su visita a Colombia ese septiembre de 2017.
Pero el papa también causó conmoción y alegría en las calles de la ciudad por las que tuvo que pasar para movilizarse de un sitio a otro. Siempre sonriente, saludando desde la ventanilla del carro, su imagen quedó en la memoria de miles de antioqueños que pudieron verlo o saludarlo.
La visita de Francisco a la capital antioqueña tuvo un fuerte significado personal para él, porque fue el lugar donde la jerarquía de la iglesia de América Latina decidió en 1968 comprometerse con la causa de los sectores populares, la llamada “opción preferencial por los pobres”, que es hoy en día la prioridad de Francisco, el primer papa latinoamericano. El legado de Medellín, que Pablo VI reconoció con su visita a Colombia, la única a la región en 1968, por décadas fue negado y de alguna se revitalizó con el papa Francisco.
Curar las heridas del conflicto, ponerse del lado de las víctimas, exigir “verdad y justicia” de manera de lograr reconciliación y una paz duradera tras más de medio siglo de enfrentamiento del Estado con guerrillas, paramilitares y narcotraficantes, fueron el hilo conductor de la visita de cinco días del jefe de la iglesia católica a Colombia, que culminó en Cartagena el domingo siguiente.
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