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Esto se está saliendo de control

Pues no, yo acepto opiniones, pero no sandeces que quieren pasar por encima de la demostración verídica, eso ya es ceguera. Esta época del ultra respeto nos ha llevado a validar la estupidez como argumento, el trastorno como relación.

hace 6 horas
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  • Esto se está saliendo de control

Por Dany Alejandro Hoyos Sucerquia - @AlegandroHoyos

La estupidez humana ha tenido a lo largo de la historia vastas demostraciones. Antes se creía con convicción y seguridad que la mujer venía de la costilla del hombre, que las personas negras no tenían alma, que los reyes eran descendientes directos de Dios y así miles de historias producto de la superstición, que con el tiempo unos se volvieron mitos y otras fábulas de enseñanza moralizantes.

Lo que tienen en común estas creencias es que fueron desestimadas por la ciencia. Es decir, apareció la comprobación y echó por la borda muchas de esas creencias, convirtiéndolas en historias de la cultura popular que ahora su caso de estudio pasó a las humanidades. Se creía que la tierra era plana. En Grecia (siempre Grecia) Pitágoras, Parménides, después Aristóteles y ahí pasaron los años hasta llegar a Galileo que los incrédulos dijeron: bueno, listo, les creímos. Es redonda.

Sin embargo, de unos años para acá hay un grupo de zafios que a pesar de las demostraciones siguen insistiendo que la tierra es plana, de los mismos creadores, de Juan Gabriel está vivo, Pablo Escobar es taxista en Envigado y el reguetón es música. Afirmaciones que se escuchan, pero recibimos con alegría porque sabemos que de alguna forma está charlando. Sin embargo, los terraplanistas están convencidos.

Ahora bien, este tipo de discursos que se hacen pasar por argumentos serios, utilizando una retórica trasnochada, no son peligrosos por la discusión en sí, sino porque supuestamente tenemos que entenderlos y aceptarlos. Pues no, yo acepto opiniones, pero no sandeces que quieren pasar por encima de la demostración verídica, eso ya es ceguera.

Esta época del ultra respeto nos ha llevado a validar la estupidez como argumento, el trastorno como relación. Una mujer en Bogotá dice que está enamorada del Transmilenio, que tiene una réplica pequeña en la casa con la que tiene relaciones. Otro señor en Europa se viste como perro porque dice que es un perro y lo tienen que respetar como tal. Una señora en Estados Unidos demandó al colegio porque no le hicieron un cuadro de arena para que su hija, que se percibe como gato, pudiera hacer sus necesidades en el salón. Esas personas tienen un trastorno. Allá ellos sí, pero dejemos de normalizar que cualquiera que diga o haga una sandez tratarlo como si tuviera la razón.

De ninguna manera estoy alentando el irrespeto por las opiniones y las creencias. Las valoro y reconozco. Pero es un error no llamar las cosas por su nombre, en lugar de esconder traumas en el hilo delgado de la aceptación, puesto que eso hace ver fútil verdaderas discusiones de aceptación y evolución.

Después de esto me dejarán de seguir muchos terraplanistas, gatos, perros, en fin. No me importa. Me gustan las personas que se reconocen como humanos y no la terquedad del fanatismo.

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