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Colombia necesita menos ficción y más verdad. Porque gobernar no es contarse un cuento. Es rendir cuentas. Y en eso, este discurso fracasó.
Por José Manuel Restrepo Abondano* - Jrestrep@gmail.com
El discurso del presidente Petro en la instalación del Congreso no fue un ejercicio de rendición de cuentas, sino un acto de propaganda. En vez de presentar con rigor los avances y dificultades de su gobierno, optó por una narrativa plagada de exageraciones, omisiones críticas, mentiras, apropiación de resultados ajenos y distorsión sistemática de cifras.
Dijo, por ejemplo, que ha creado 193.000 nuevos cupos universitarios, cifra desconocida oficialmente y que dista de la meta de gobierno de 500.000 nuevos cupos. Pero además omite decir que su gobierno marchitó el ICETEX, recortando los créditos educativos, y que eso ha significado la pérdida de más de 50.000 oportunidades anuales para jóvenes sin otro acceso a educación superior.
Habló de una reducción del 39 % en las muertes de niños por desnutrición. Pero los datos del Instituto Nacional de Salud dicen lo contrario. En salud, oculta también la gravedad de la crisis humanitaria por dificultad de acceso a servicios y medicamentos.
Celebró la entrega de 600.000 hectáreas a campesinos, cuando en realidad buena parte de esas tierras fueron formalizaciones iniciadas en gobiernos anteriores.
En economía, con cifras equivocadas afirmó que él bajó la inflación, cuando esta es una realidad atribuible en gran medida al Banco de la República, no a su gestión. Omitió que el déficit fiscal subió al 7,1 % del PIB, que la deuda pública superó los $1.000 billones y que llegará a ser junto con el déficit, los datos más altos en la historia del país.
En seguridad, mencionó que “662 municipios no registran homicidios”, pero no dijo que los secuestros han subido más del 150 % contra el 2021, que el terrorismo creció casi 40 % y que la extorsión al micro y pequeño empresario ha crecido en más de un 50%. Tampoco mencionó que su “paz total” ha fracasado y facilitado la expansión del crimen organizado y del narcotráfico.
La realidad económica desmiente la narrativa del presidente. El déficit fiscal se dispara, la deuda se encarece en más de un 40%, la regla fiscal fue “violada”, la inversión privada cae, y la economía no despega. Lo más grave: mientras Petro acusa al Banco de la República de “matar la economía” por mantener tasas altas, evade su responsabilidad por el desorden fiscal. Pretende bajar tasas sin controlar el gasto ni recuperar la confianza. Y lo que es aún más preocupante: presiona al banco central para romper su independencia, cuando precisamente ha sido esa independencia, y no las decisiones del Ejecutivo, la que permitió contener la inflación.
La historia enseña que la propaganda ha sido siempre una herramienta del poder para sustituir realidades por relatos. Como advirtió Vargas Llosa, “en una cultura donde el espectáculo es rey, la verdad suele ser la primera víctima”. Y como bien sabía un oscuro propagandista del siglo XX, repetir una falsedad con suficiente frecuencia y convicción puede hacerla pasar por verdad. Lo peligroso no es solo lo que se dice: es lo que se oculta, y lo que se repite hasta moldear la percepción pública.
Colombia necesita menos ficción y más verdad. Porque gobernar no es contarse un cuento. Es rendir cuentas. Y en eso, este discurso fracasó.
*Rector Universidad EIA