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Por Juan David Escobar Valencia - opinion@elcolombiano.com.co
Llevamos siglos de pruebas de ensayo y error, descubrimientos e investigaciones para no morir tan jóvenes como nuestro pariente animal más cercano, el chimpancé, con quien compartimos el 98,7% de los genes. Advierto que este porcentaje a quien indigna es a los chimpancés cuando ven humanos mal dotados neuronalmente llegando incluso a la presidencia de algunos países. Ninguna manada de chimpancés hubiera permitido ser dirigido por un integrante así. Se hubieran escapado apenas se durmiera.
La esperanza de vida promedia de un chimpancé salvaje que supere sus primeros 15 años en los que la tasa de mortalidad es muy alta, es aproximadamente de 33 años, similar a la que tenían los humanos a finales del siglo XIX. Que hayamos alcanzado en promedio 73 años de esperanza al nacer no es gratuito; ha sido un esfuerzo colosal de la humanidad, resultado de muchos factores, entre ellos el desarrollo de medicamentos y vacunas contra cosas que hoy parecen “antiguas”.
Como lo prueba el reguetón, la humanidad tiene posibilidad de regresión, así algunos ingenuos crean que solo queda el camino del mejoramiento, y por eso a la lista de riesgos cotidianos como el cambio climático o una reelección del Pacto Histórico, debemos agregar cosas supuestamente “superadas”. Dado que para la idiotez no hay vacuna, precisamente son los antivacunas uno de los riesgos que no deben subestimarse, especialmente cuando llegan a dirigir organismos responsables de la salud pública.
Si algo debimos recordar tras la reciente pandemia, es que no hay enemigo pequeño ni enfermedad que deba darse por muerta, porque precisamente cuando los sistemas de salud atrofiados por ideologías fracasadas y gente peligrosa como los antivacuna hacen que se baje la guardia, las enfermedades que están fuera del radar no encuentran respuestas adecuadas. Hasta hoy, la única enfermedad erradicada completamente es la viruela. Pensar que una enfermedad como la malaria es cosa del pasado porque no es “tendencia en las redes”, es tan peligroso como creer que la plaga del marxismo desapareció porque pocos se declaran públicamente o prefieren autodenominarse “progresistas”.
La Universidad de Rush, en Chicago, está “actualizando” su plan de estudio de medicina para que estudiantes y residentes puedan identificar enfermedades aparentemente erradicadas como: sarampión, varicela, neumonía invasiva por estreptococo, tosferina y hasta poliomielitis. En el último año se han presentado casos de sarampión en 138 países, y de enero a junio 24 de 2025 solo en Texas se confirmaron 750 casos. Hace poco, por culpa de padres que no debieron serlo, murió de difteria un niño en Alemania no vacunado con la DTaP, la que yo conocí de joven como la “triple”. Hasta 2024 los médicos canadienses solo sabían de esta enfermedad en los libros, pues la declararon erradicada en 1998 gracias a una vacuna muy efectiva y un programa de vacunación generalizado.
El secretario de Salud de EE.UU., y vergüenza de la familia Kennedy, además de antivacunas, así sean chinas como le gustan a nuestro ministro de Salud, ahora está empeñado en eliminar la posibilidad de agregar flúor al agua potable pública para evitar la caries, porque según él, mientras más flúor tomen los niños, más “tontos” serán.
Como dije hace años, por eso es que las aseguradoras no venden pólizas contra estúpidos.