Pico y Placa Medellín
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Ha sido interesante encontrar posturas, plasmar una rabia o un deseo, desprenderme de la perfección del estilo, poder escribir públicamente sobre temas que me atraviesan, contarles algo.
Por Juliana Restrepo Cadavid - JuntasSomosMasMed@gmail.com
El Oulipo nació en 1960 en la Escuela Normal Superior en París. Fue un taller secreto en el que escritores y matemáticos exploraron la lengua desde sus límites. Fundado por Raymond Queneau y François Le Lionnais, e integrado en los setenta por amores míos como George Perec e Italo Calvino, los oulipianos imaginaron un proyecto en el que, además de rastrear las huellas de estructuras ocultas en obras del pasado, inventaron formas y procedimientos inéditos para escribir. En el corazón de este proyecto está la restricción voluntaria - contrainte - y la convicción de que la restricción no asfixia sino que libera. Así, lipogramas, palíndromos, anagramas, queninas, etc funcionaron como motores de inspiración para los escritores. En lugar de limitar, la restricción proponía un juego y un descubrimiento. Yo no sé a ustedes, pero desde que yo supe que esto existía, he sentido una fascinación absoluta por todo lo que propusieron. Me ha provocado teletransportarme a la Rue d’Ulm (ojalá con más chicas porque eran todos hombres ¡tan bobos! en los primeros años).
El ejercicio de escribir una columna en el periódico ha sido para mí un ejercicio oulipiano: Restringir mis ideas a alrededor de 480 palabras en 3 párrafos casi siempre, estar obligada a entregar lo escrito en una fecha inamovible que primero fue los jueves para que la leyeran el domingo y luego los martes para que leyeran los jueves sin importar la intensidad de mis semanas, escribirlo en una hora y media en la madrugada, mandarla aunque me quedara so so y desprender el ego del resultado. Ha sido interesante encontrar posturas, plasmar una rabia o un deseo, desprenderme de la perfección del estilo, poder escribir públicamente sobre temas que me atraviesan, contarles algo. Cuando supe de los oulipianos en un curso de escritura del Caro y Cuervo, por la palabra contrainte, me acordé de mi curso de Mecánica Clásica. En esa versión de la mecánica, para entender cómo se mueve algo uno se sienta, lee el problema, y el primer paso es contar las restricciones. Con ese número sabe los grados de libertad del sistema y aún sin calcular ni una línea, con solo eso, ya puede intuir cómo se mueve algo. Recuerdo que puse en mi cuaderno: Escribir es decidir cómo se mueve algo.
Esta es mi columna número 39 y será la última de mi primera temporada de restricciones. Creo que los matemáticos estarían contentos de terminar en ese número, que a primera vista no es especial pero que tiene su bailao y su charm: No es primo ni potencia de dos ni potencia de tres pero es la multiplicación de dos números primos, 13 y 3, es la suma de las tres primeras potencias de tres 3^1+3^2+3^3.
Les agradezco mucho haberme leído y leerme hoy, escribirme a veces por email o por whatsapp a contarme que les gustó mi columna. Me voy a escribir con otras restricciones, a mover algo en otro plano, a bailar en otras curvas.