Pico y Placa Medellín
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Fui capaz de des-afanarme muy rápido, pero es claro que hay una parte que tiene que ver con uno mismo, una parte con la situación particular y una parte con el sistema y la cultura. Acá me he dado cuenta de que no todo está disponible siempre.
Por Juliana Restrepo Cadavid - JuntasSomosMasMed@gmail.com
Tengo el privilegio de estar unos meses a otro ritmo en un lugar que tiene unos bosques y un mar y un olor que me hace pensar en una versión fría-otoñal del Chocó. Este tiempo lo estoy dedicando a escribir y a estar con mi familia. Mis manos cocinan, lavan ropa, tienden camas, crean personajes, doblan camisetas, baten chocolate caliente, empacan galletas y papitas en bolsas Ziploc, escriben capítulos, dividen la basura, leen libros de Doris Lessing, leen libros re-light, empacan los restos de la comida, descartan descripciones de tristezas. Mis pies exploran senderos que suben a montañas de piedras escarpadas, senderos que bajan a playas que son azules verdosas y a playas que son riscos con mares espuma. Mis ojos ven ardillas grises, conejos, venados, pájaros con alas rojas, focas. Todo es distinto entre esta vida temporal y mi vida permanente: Los paisajes, el idioma, la temperatura, la fauna, los sabores, lo que hacen mis manos y sobre todo, la noción del tiempo.
El tiempo es una cosa extraña.
Los primeros días me costó mucho dejarlo correr a otro ritmo. Descartar el afán a las cinco de la mañana, decidir no pararme y seguir dormida un par de horas. Descartar el afán de bañarme rápido y meter los platos al lavavajillas mientras mis hijos desayunaban y en vez de eso, sentarme a conversar con ellos. Descartar el afán de dejar a mi hijo en el colegio y decidir quedarme acompañándolo hasta que suene el timbre con sus dedos entrelazados en los míos y metidos en mi chaqueta gris.
Sentir brotar el afán, el uso eficiente de las horas, y repelerlo.
Fui capaz de des-afanarme muy rápido pero es claro que hay una parte que tiene que ver con uno mismo, una parte con la situación particular y una parte con el sistema y la cultura. Acá me he dado cuenta de que no todo está disponible siempre. El café favorito está abierto solo de 9 a 3 y cierra los lunes y salió una semana a vacaciones, el sushi que quiero probar cerró dos semanas y solo abre de 12 a 2:30, un almacén de donuts que se ven deli en el centro cierra a las 4. No todo existe todo el tiempo y eso significa, de alguna forma, que no se espera que uno exista para otros todo el tiempo.
En Medellín, en mi vida permanente, meto en las horas demasiadas cosas. Quiero “tenerlo todo” y entonces las atoro para que me quepan el esposo, los hijos, el trabajo, el deporte y las amigas. Hoy tengo vértigo de volver a ese tiempo extraño y me pregunto si puede existir un punto intermedio entre mis dos existencias ¿Qué es lo estructural que no nos permite caminar despacio? ¿Qué se necesitaría en los trabajos y en las políticas públicas y en los horarios y en los colegios y en la planeación de las ciudades para dejar que la vida pase más despacio?