Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6
Por Lina María Restrepo A. - lina@pricezing.co
Vengo de una familia emprendedora. Desde pequeña vi cómo se construyen los negocios con intuición, determinación y mucho trabajo. Sin embargo, mi camino profesional comenzó en grandes compañías, donde crecer era la meta, escalar era el mandato y cuestionar el ritmo no estaba en el libreto.
Durante años creí que evolucionar era eso: avanzar, lograr, no parar. Moverse de un punto A a un punto B. Pero con el tiempo —y sobre todo desde que decidí emprender por segunda vez— empecé a preguntarme si evolucionar también podía significar otra cosa.
¿Y si evolucionar implica también saber parar? ¿Renunciar? ¿Escuchar la intuición cuando nos pide hacer silencio y tomar distancia?
Hace poco, alguien a quien admiro profundamente me compartió un concepto que, aunque llevaba tiempo sintiendo, no había podido nombrar: JOMO – Joy of Missing Out. La alegría de no estar en todo. De no pertenecer a todas las conversaciones. De no correr detrás del FOMO (Fear of Missing Out), ese miedo tan común en el mundo de los negocios, donde pareciera que si no actúas rápido, otro te gana.
El FOMO está presente en cada rincón del emprendimiento: el miedo a perder una oportunidad, a no cerrar un negocio, a no caerle bien al inversionista, a no estar en ese evento donde “todos” estarán, a no ser parte de la tendencia del momento. Pero no todo lo que parece oportunidad lo es. Elegir con conciencia también es avanzar.
¿Qué pasa si me doy permiso de quedarme donde estoy, aunque todos parezcan correr? ¿Si decido estar más presente para mi familia, para mí misma, para mi salud? Y aunque ese tipo de decisiones pueden parecer “poco ambiciosas” o enviar una “mala señal” a los inversionistas, estas preguntas —incómodas y poderosas— son las que nos preparan para construir empresas sostenibles, que entreguen valor y que conecten de verdad con los dolores de sus clientes.
El pricing ha sido mi lugar seguro durante años. Acompañar a cientos de empresarios a capturar más valor ha sido mi motor. Ahora, desde otro país, con nuevas perspectivas y entendimientos sobre las oportunidades gigantes que existen, fortalezco mi propósito y me entusiasma lo grande que viene para tantos que hacen negocios con conciencia y visión.
Saber evolucionar, al final, no se trata solo de crecer hacia afuera, sino también hacia adentro. No se trata solo de escalar, sino de profundizar. De cambiar de dirección, incluso si eso significa bajarse del camino que uno mismo construyó.
Yo misma he transitado distintas etapas: fui empleada durante años, luego fundé una empresa maravillosa que me llenó de aprendizajes y que vendí en el momento perfecto. Y a los 40, decidí volver a empezar con una startup preciosa, que crece a mi ritmo, con mi sello y con mi estilo.
Porque crecer también puede ser sinónimo de cuidar, de escuchar y de transformar el entorno.
Y tal vez, solo tal vez, ahí es donde más evolucionamos.