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El engaño de la consulta popular

Petro sabe que si el debate de la campaña electoral se centra en su gestión y en los escándalos que lo rodean, la derrota sería inminente.

hace 13 horas
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  • El engaño de la consulta popular

El presidente Gustavo Petro ha vuelto a echar mano de su estrategia preferida: disfrazar de justicia social lo que no es más que una maniobra electoral. Su llamado a una consulta popular no es un compromiso con los trabajadores de Colombia, sino una jugada, una “jugadita”, para intentar darle oxígeno al Pacto Histórico, que hoy está tambaleando.

Y así quedó probado tras el debate del pasado jueves en el Senado en el que se hundió la consulta propuesta por el Gobierno. Si bien la han querido vender como una consulta que traerá bienestar a los más vulnerables, su verdadero propósito es salvar al petrismo del desgaste político en el que está sumergido.

Es un engaño por varias razones. Primero, porque si el presidente Petro y sus ministros, Armando Benedetti y Antonio Sanguino, estuvieran genuinamente preocupados por los derechos laborales, en vez de protestar, gritar fraude y declararse en pie de guerra el jueves cuando se cayó la consulta, habrían tenido que celebrar y lanzar voladores porque la reforma laboral resucitó ese mismo día en el Senado.

La realidad es contundente: para los trabajadores es mucho mejor, ¡de lejos!, que se apruebe la reforma en el Congreso y no tener que esperar una consulta popular costosa, demorada e incierta. Si se aprueba la reforma en el Congreso tiene efectos concretos y de aplicación automática. En cambio, una consulta no estará lista en menos de seis meses, no tiene un resultado garantizado y, aún si el gobierno gana, sus efectos jurídicos no son vinculantes.

Prácticamente ninguna consulta popular o referendo en el país ha sido aprobada. Ni siquiera la consulta anticorrupción (¿quién no votaría contra la corrupción?), que no alcanzó el mínimo de votos requeridos. Pero es claro que el presidente Gustavo Petro no necesita ganar la consulta: gana simplemente con tener al país entretenido en el debate de la consulta y sobre todo a la opinión pública distraída de todos los escándalos que tienen contra la pared a su gobierno.

La consulta además de un engaño también puede terminar siendo un asalto al erario público, sólo organizarla vale $750.000 millones, por no hablar de la cantidad que se podrían gastar en aceitar la maquinaria partidista con la falsa excusa de promover los derechos de los trabajadores. Esa plata, en vez de dilapidarla, bien se podría utilizar en darles el tan prometido bono pensional a los adultos mayores.

La consulta funcionaría, además, como una suerte de truco para desviar la atención de lo que realmente está en juego en las próximas elecciones: el corte de cuentas de los ciudadanos al gobierno del Pacto Histórico. Petro sabe que si el debate de la campaña electoral se centra en su gestión y en los escándalos que lo rodean, la derrota sería inminente. Mientras que sí pone en la agenda mediática la consulta lograría que la discusión de campaña se dé sobre ideales como la justicia laboral, con los que todo el mundo está de acuerdo, y no sobre su fracaso.

Por esa razón Petro anunció que incluirá en la consulta “que baje el precio de los medicamentos” y “permita al estado comprar y producir los medicamentos esenciales”. Otra señal de cinismo. Petro ya tiene en sus manos la varita mágica para buscar bajar el precio de los medicamentos, la ley da esa facultad hace décadas en Colombia. ¿Por qué no lo ha hecho Petro? ¿Por qué no ha movido un dedo? Como dijo el exministro Alejandro Gaviria: “Porque su interés no es bajar los precios, sino hacer demagogia”.

Sobre el resto de la pregunta que sugiere Petro, otra perla: el Estado ya compra medicamentos, el Estado ya fabrica medicamentos. Es decir, no solo el desconocimiento del presidente Petro es atroz, sino que su intención de manipular a los ciudadanos se hace tan evidente que es éticamente inaceptable y la historia tal vez no se lo perdonará.

Tras la crisis en el abastecimiento de fármacos causada por la improvisación de su Gobierno tal vez es también una jugadita para lavarse las manos: después de provocar el incendio, Petro se presenta como el bombero. Es un libreto conocido, pero no por ello menos reprochable.

El respaldo popular del Presidente ha caído de forma sostenida: comenzó su mandato con una favorabilidad de 56% y ya va en 37%, más allá de un reciente repunte. Las calles, otrora su escenario predilecto, ya no le responden. En las últimas convocatorias, como la del 1° de mayo, alardearon con que saldrían 10 millones de personas a las calles y las mismas cifras oficiales, escasamente, contaron 160.000.

Y lo que sin duda tiene las alarmas prendidas en el corazón del petrismo es la derrota que sufrieron en las elecciones regionales de octubre de 2023: perdieron alcaldías clave como Bogotá, Medellín, Cali y Barranquilla, y su presencia en gobernaciones es marginal. Ante este desafiante panorama, la consulta popular aparece como una tabla de salvación política.

Ni el país, ni el Congreso, pueden dejarse amedrentar por las amenazas de movilización popular. En lugar de liderar un proyecto nacional de unión, el Presidente opta por profundizar la división como mecanismo de supervivencia política.

Petro no busca reivindicar derechos: busca votos. No busca justicia social: busca una narrativa que lo salve. Y en esa cruzada, el mayor damnificado no es la oposición, ni siquiera el Congreso: son los colombianos más necesitados, a quienes se les prometió una transformación histórica y hoy solo se les entrega un espectáculo.

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