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Petro y la “matemática cuántica”

El estilo de Petro no es académico ni didáctico. Es caótico y provocador. Para algunos, es prueba de creatividad y pensamiento transversal. Para otros, evidencia arrogancia y desvarío.

26 de julio de 2025
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  • Petro y la “matemática cuántica”

El presidente Gustavo Petro parece estar inventando un nuevo género de la oratoria política: pronunció un discurso que comenzó haciendo referencia a funciones matemáticas y curvas de indiferencia, siguió en una reflexión sobre la “matemática cuántica”, saltó al marxismo dialéctico, dio un brochazo de Einstein y terminó hablando de la “velocidad de la vida”.

Se le abona al Presidente el intento de explicar el poder, la vida y la política a través de una mezcla de tangentes, partículas subatómicas y una pizca de Marx. El discurso lo estrenó el lunes en Chile, ante Boric y Lula, y el miércoles lo repitió ante los ministros de energía en Bogotá.

Comenzó con expresiones difíciles de entender para los novatos en la materia, que somos la mayoría. Pero ahí está la clave: al parecer, no se trata de que entendamos lo que dice, sino de apreciar el genio creativo –e incomprendido– en que se ha convertido el mandatario de los colombianos.

Petro dijo en mitad de su discurso: “Dado que entonces la economía de funciones continuas, demanda y oferta, cruzo las curvas de indiferencia por diversas cosas para consumir. Me pongo una tangente. Entonces yo sé que la fórmula de la tangente es el punto cero, donde la línea recta toca con la curva de indiferencia”.

El Presidente se refería, al parecer, al modelo clásico de oferta y demanda, y a la teoría del consumidor, donde se utilizan derivadas y tangentes para encontrar puntos de equilibrio.

Pero más que trasmitir una idea, fue una muestra de cómo Petro usa ahora el lenguaje académico como recurso simbólico, más interesado en sugerir profundidad conceptual que en explicar con rigor.

De hecho, si bien hasta ahí, uno no entiende nada, se emociona un poco. ¡El Presidente está hablando de derivadas!

Y continuó Petro: “La curva de indiferencia que debe ser siempre cóncava hacia abajo, porque si es cóncava hacia arriba no me sirven las matemáticas, entonces tengo que crear las condiciones para que sea cóncava hacia abajo. Y entonces ahí matemáticamente encuentro el maximum, que es, creo, la derivada y la segunda derivada”.

Según especialistas, allí incurre en errores básicos: las curvas de indiferencia no son “cóncavas hacia abajo”, deben ser convexas al origen. “Es como decir que la tierra es plana, pero solo en los días pares”, anotó alguien en redes.

También la mención del “punto cero” como lugar donde la tangente toca la curva es un término sin sentido técnico en ese contexto.

De repente, sin transición lógica, el Presidente declaró obsoleta la matemática clásica: “Esa matemática ya no sirve, fue desplazada por la matemática cuántica”. La frase generó polémica. En la ciencia, estrictamente, no existe algo llamado “matemática cuántica” como disciplina autónoma.

Aunque reconoció que no conoce esa “matemática cuántica” porque no se la enseñaron en el colegio —y que se arrepiente de no haberla aprendido— no se sintió para nada intimidado y usó la idea para hacer otra conexión: esta vez con Marx. “Pero la matemática cuántica empieza por decir, muy dialéctica, ojo, cuántum es la mínima variabilidad de una partícula en el átomo, ese es el cuántum, y entonces: ¿esa mínima variabilidad es materia o es energía?”.

Y él mismo se responde: “Bonita pregunta, porque cuando uno estudia Marx –lo enseñan ahí con los subversivos–, en filosofía dialéctica: A puede ser A y no A al mismo tiempo”.

A ese punto el auditorio miraba entre estupefacto y fascinado por la capacidad de conectar palabras que para la mayoría no hacían ningún sentido. Mientras influenciadores y ministros de la cuerda del mandatario salieron a respaldarlo; otros como el Gobernador de Antioquia, advertían que el discurso estaba “lleno de errores”.

Luego Petro saltó de Marx a las partículas subatómicas y sacó monumentales conclusiones: “Y entonces eso no es lógica aristotélica, se llama lógica dialéctica, y ellos decían que esa filosofía era superior, y yo he constatado en mi vida que es superior. Entonces, la matemática cuántica es dialéctica, no es aristotélica, y entonces materia y energía puede ser lo mismo”.

Para reforzar su punto, apeló a Einstein: “El movimiento de la luz, decía Einstein, es la expresión de esa fórmula dialéctica”. Una interpretación tan libre como decir que la teoría de la relatividad es una metáfora sobre la paciencia que hay que tener con el Congreso colombiano.

“Y aquí entonces esto aplica a lo que estamos hablando, porque hay que mirar los contextos y sobre todo a la política, y sobre todo el tema del poder, nos está mostrando que aquí la energía tiene una serie de velocidades”.

La física cuántica se convierte así en la prueba viviente de que la filosofía marxista era correcta, y de que todo —desde los átomos hasta el Estado— funciona a punta de contradicción.

Finalmente, el discurso aterriza: “Una parte de la política pública en el mundo consiste en cómo esas velocidades pueden coordinarse con la velocidad de la vida”. La velocidad de la vida. ¿Qué significa? Quién sabe. Pero suena importante. Y eso, al parecer, basta.

Este discurso es un performance. En el universo petrocuántico, las derivadas se confunden con tesis filosóficas, las curvas cambian de forma según el ánimo, y las leyes del pensamiento lógico pueden suspenderse temporalmente por decreto poético.

El estilo de Gustavo Petro no es académico ni didáctico. Es caótico y provocador. Para algunos, es prueba de creatividad y pensamiento transversal. Para otros, evidencia arrogancia y desvarío.

El presidente Alfonso López Michelsen era conocido porque con sus frases ponía a hablar al país. Algo parecido a lo que hoy hace Petro, no necesariamente deja pensando en lo que dijo, pero sí en qué diablos quiso decir. Y en política, eso ya es otra forma de poder.

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