En 1937, la Sociedad de Mejoras Públicas de Medellín y un grupo de empresarios de la ciudad vieron la necesidad de dotar a la urbe de un hotel lujoso donde los visitantes más distinguidos pudieran hospedarse. Se construyó un edificio con las características de la arquitectura californiana de aquella época, inaugurado el 18 de julio de 1945 como Hotel Nutibara. 70 años han pasado desde entonces y la Twittercrónica decidió recorrerlo.
Los once pisos en pleno corazón de la ciudad son símbolo de la Medellín de antes. Después del lobby, por el que desfilaron figuras como Pelé, Willie Colón, Chavela Vargas y Jorge Eliécer Gaitán, se llega a un salón cuya lámpara de techo en forma de araña recuerda el esplendor que tuvo el lugar, porque como dice Jorge Lalinde, quien lleva cuarenta años trabajando en el hotel: “Ya no se quedan tantos famosos. Es por la competencia, hay muchos hoteles en El Poblado”.
El hoy botones recuerda que acompañó al maestro Rafael Escalona a la barbería y no quiso que le cortara el pelo el dueño porque tenía los ojos rasgados como oriental. “Me dijo: “Querés que este señor me moche una oreja o qué” y prefirió al ayudante”.
Sombras del pasado
Diez de los doce salones de eventos, ubicados en el segundo piso, en donde la clase alta de la ciudad acostumbraba a realizar fiestas y reuniones, fueron alquilados a una empresa de telecomunicaciones y ahora funciona un call center.
Hasta la piscina, una de las pocas que quedaba en esta zona céntrica de Medellín, fue clausurada para ser reemplazada por tres salones de eventos que actualmente están en construcción.
En los primeros pisos del edificio hay locales comerciales y salones, arriba del tercero se encuentran las habitaciones. Los pisos de madera, un silencio que sorprende para la zona y el mobiliario antiguo crean la atmósfera de la Medellín lujosa de los cincuenta. Decorando los pasillos de cada piso están las fotos de celebridades y eventos sociales que se realizaron en el hotel.
Una de las huéspedes, Maruja Roldán, de 86 años, cuenta que pasaba para el colegio y lo veía construir, “mejor dicho, yo lo inauguré. Acá no venían sino presidentes y gente importante esto no era para humildes”. y , por eso, como ella ahora vive en Miami, cada vez que visita la ciudad con su hija, María Eugenia Gil, se hospeda en el Nutibara.
“Nos quedamos aquí porque queda muy cerca de los lugares que queremos visitar y tiene muy buen servicio. El problema es la vecindad que se ha dañado como todo”, manifiesta Gil. Para Cristina Piedrahíta, quien hace treinta años llegó como practicante a la recepción y hoy es la directora administrativa, “nuestra fortaleza, que a la vez es nuestra debilidad, es estar en el centro. Estamos cerca a muchos lugares turísticos y al metro, aunque en el sector hay habitantes de calle y robos”.
De manera similar piensa Sara Agudelo López (@sarahjuliieth) quien expresa en Twitter: “La ubicación no les favorece, lastimosamente, el sector se ha deteriorado”. Y Jonathan López (@jlopezco) la complementa: “si no rescatan primero ese sector del centro, por más que le inviertan al hotel, seguirá siendo lo mismo”.
El último lugar del recorrido es el sótano. Allí, en lo que hasta hace dos años era un túnel para comunicar dos edificios, se construyó una cava, un refugio en medio del bullicio y la congestión que se vive arriba, en la avenida Primero de Mayo. La luz tenue y la madera que recubre el piso, las paredes y el techo crean un ambiente que sorprende y que se gestó en un viaje. “El accionista Fernando Suárez vio un diseño similar en Europa, le gustó y lo replicó acá”, explica Alonso Morales, representante legal del Hotel Nutibara.
Actualmente, los dueños están arreglando las habitaciones, ya que en algunas es evidente el paso del tiempo. Incluso, hace 3 años cambiaron dos ascensores, modelo 1941 y de manivela, que eran operados las 24 horas del día por humanos.
Al salir del hotel vuelve el congestionado centro de Medellín y llega la nostalgia de dejar atrás el que fue el principal símbolo de progreso de la ciudad por décadas.