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Ganaron los frailejones: el páramo del Sol seguirá cerrado al turismo

Corpourabá oficializará la próxima semana la extensión del cierre preventivo que restringe el turismo. Tres años de cierre arrojan una evidente recuperación ecosistémica.

  • Los tres años de cierre para actividades turísticas permitió la recuperación de las poblaciones de frailejones y otras especies, incluso hay evidencias de mayor presencia del oso andino. FOTO manuel saldarriaga
    Los tres años de cierre para actividades turísticas permitió la recuperación de las poblaciones de frailejones y otras especies, incluso hay evidencias de mayor presencia del oso andino. FOTO manuel saldarriaga
  • Ganaron los frailejones: el páramo del Sol seguirá cerrado al turismo
hace 2 horas
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En un país que perdió el 57% de hectáreas de páramo de alta montaña, es decir, más de 1,7 millones de hectáreas, puede marcar un precedente el largo debate que ocurre en el Páramo del Sol, principalmente de jurisdicción de Urrao, sobre los usos turísticos en el frágil ecosistema que abastece agua a más de 11 municipios de Antioquia y Chocó.

En agosto de 2022, Corpourabá tomó la decisión de cerrar el páramo y restringirlo para el turismo. Salvo determinaciones similares en parques y áreas protegidas nacionales nunca se había tomado en Colombia una decisión similar. Y se tomó con razones de peso. Después de al menos una década acumulando denuncias y reportes de degradación ambiental por contaminación, quemas, destrucción de ecosistemas y arrasamiento de frailejones, Copourabá decidió ponerle fin al turismo masivo.

La autoridad ambiental oficializará la próxima semana mediante resolución, por cuarta vez, el cierre preventivo del páramo, hasta agosto de 2026, lo que quiere decir que ajustará cuatro años cerrado para el turismo y solo apto para investigación. La decisión llega precedida de un año convulso que incluyó un fallido intento de socialización de estudio de capacidad de carga, requisito para reabrir el páramo. Pero finalmente el propio director territorial de Urrao, Andrés Hernández, reconoció que hasta que no se pueda garantizar a plenitud la implementación del plan de manejo ambiental no habrá posibilidad alguna de reabrir este páramo que, entre otras zonas de interés, alberga el pico más alto de Antioquia: Campanas, a 4.080 metros sobre el nivel del mar.

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Según Hernández, dicho estudio –que primero se contrató con la Universidad de Antioquia y después quedó en manos de la ONG Funsostenible– arrojó que sí es posible realizar actividades turísticas en algunas zonas. Pero también arrojó unos componentes que, por ahora, asoman lejanos de poder ejecutarse. Por ejemplo, planteó que se requieren inversiones de $5.000 millones para construir la infraestructura necesaria para que el turismo se haga de manera responsable y sin alterar ecosistemas; esto incluye, entre otros, puentes, pasos elevados y señalización. Pero, además, tener un operador responsable de regular el turismo, tal como ocurre en algunos parques nacionales, que disponga guías y personal de control.

Asoma difícil este requisito. Por ejemplo, en los parques y áreas protegidas nacionales con vocación ecoturística construir puentes y pasos elevados a más de 3.200 m.s.n.m para evitar destrucción de zonas sensibles ha tomado más de una década. El mismo estudio plantea, apunta Hernández, que la actividad que podría hacerse en una zona transitable del páramo es senderismo y que solo tendría capacidad para recibir 22 personas al día. En otro tramo más sensible esa capacidad bajaría a 8 personas.

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Si Corpourabá cumple con el postulado de que, sin un plan de manejo ejecutable es innegociable el turismo en el páramo del Sol, entonces viene un cierre de varios años más.

No obstante, Diana Navarro, integrante de una de las familias con predios en el páramo, señala que mientras no haya medidas blindadas normativamente la situación del páramo respecto a actividades estará a merced de voluntades políticas e intereses particulares.

Apunta que el plan de ordenamiento, que en Urrao está a la espera de renovarse, debe establecer que el uso del páramo está condicionado para prestación de servicios ecosistémicos (abastecer agua a miles de personas, por ejemplo), pues reitera el reclamo que lleva haciendo desde 2022: la resolución de Corpourabá no tiene dientes.

Ganaron los frailejones: el páramo del Sol seguirá cerrado al turismo

Y es así. Actualmente ni siquiera hay destinado un guardabosques para el páramo. Navarro no se explica el por qué, pues considera que tanto el municipio como la autoridad ambiental reciben recursos suficientes para garantizar este persona. Ni la alcaldía ni la policía han dispuesto tampoco personal de control territorial.

Según Hernández, la corporación no tiene el brazo suficiente y de hecho no tiene cómo cubrir todo el territorio de Urrao, uno de los municipios más grandes de Antioquia. Por ahora, se han ceñido a adelantar visitas de inspección y vigilancia dos veces al mes. Esto ha permitido que a pesar del cierre, cientos de personas (muchos extranjeros) lleguen guiados por inescrupulosos que utilizan accesos desde Caicedo o Frontino.

Diana reclama que el estudio de capacidad de carga pasó por encima de las comunidades involucradas, dejando por fuera de su socialización a los pobladores de diez veredas tanto en el páramo como en su zona de amortiguación. La lideresa ha llevado ya los reparos sobre todo este proceso a instancias del Congreso y lo que busca es que de manera definitiva el páramo más pequeño de la Cordillera Occidental quede blindado de actividades antrópicas que pueden llevarlo al colapso acelerado.

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Apegados a las evidencias que entrega el páramo, dice Navarro que la decisión razonable sería prohibir definitivamente actividades extractivistas (incluyendo, por supuesto, el turismo). Y es que en los tres años que, salvo infractores furtivos, ha permanecido lejos de masiva intervención humana, las inspecciones de Corpourabá, dice Hernández, evidencian una recuperación de las poblaciones de frailejones Espeletia frontinoensis, una de las especies que los científicos hallaron en 2018 en Colombia que habían sido contagiadas por larvas y hongos ajenos a los páramos.

Especies como esta, según el biólogo Robinson Salazar, arrojan mayores niveles de vulnerabilidad y menos predisposición a reaccionar favorablemente a estrategias de conservación y propagación, como la que él adelanta en otros páramos como el de Belmira. Y justamente esa debería ser razón suficiente para mantener esos ecosistemas tan prístinos como sea posible. “En la práctica, los frailejones existen porque se forman en unas islas, esas altas montañas a miles de metros sobre el nivel del mar, cumplen un papel aislante en el que evolucionan formas de vida con características únicas y donde es posible todo ese ciclo hídrico que de otra manera, con el ser humano metido ahí se torna complejo. Que haya un páramo inaccesible debería ser señal suficiente de que debe permanecer como zona de alta conservación”, explica Salazar.

Los corredores del oso andino, que en algún momento se creyeron amenazados por la presión sobre la cordillera, muestran signos de recuperación, con rastros cada vez más visibles de la especie. Justo el Minambiente destacó que el país atraviesa un momento clave para consolidar esa recuperación gracias a estrategias de conservación, aunque persisten grandes desafíos: el 60% de los ecosistemas de páramo están bajo fuerte presión por ganadería, agricultura extensiva, minería y un turismo descontrolado que degrada cientos de hectáreas.

Lo que pase en el páramo del Sol, entonces, tiene relevancia no solo para las comunidades en zona de influencia.

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