En Medellín, el buñuelo dejó por un momento la vitrina y el mostrador para ocupar un lugar de reconocimiento público, pues en la primera edición del festival ¡Que Viva el Buñuelo!, la ciudad premió a quienes, desde distintos puntos, sostienen y reinterpretan esta tradición gastronómica.
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En esa dinámica, el mejor buñuelo tradicional de Medellín fue elaborado en Belén, comuna 16, en Buñuelería La Especial. El reconocimiento a la innovación viajó hasta Castilla, comuna 5, donde Happy Buñuelo, sede Florencia, fue distinguido por una propuesta que mezcla la masa clásica con chicharrón. Ambos premios surgieron de un proceso que combinó votación ciudadana y evaluación técnica especializada.
El festival reunió a 18 emprendimientos gastronómicos con 28 sedes distribuidas en comunas y corregimientos. De ese universo surgieron diez finalistas, seleccionados entre los más votados por el público y evaluados por un jurado integrado por los chefs Juan Sebastián Martínez y Robin Mesa, junto con la empresaria gastronómica Camila Estrada. El fallo se apoyó en criterios como sabor, textura, técnica y creatividad.
Más allá del resultado, el evento puso en escena un ecosistema que suele pasar desapercibido. Panaderías de barrio, pequeños locales y negocios familiares encontraron un espacio para exhibir su trabajo ante una audiencia más amplia. Para los jurados, el valor del festival estuvo en visibilizar a quienes mantienen viva la tradición del buñuelo durante todo el año, no solo en temporada decembrina.
Desde la Alcaldía de Medellín, la iniciativa se planteó como una estrategia de impulso económico y cultural. “Desde la Alcaldía de Medellín creamos este festival que busca resaltar la tradición del buñuelo, nuestra tradición gastronómica, los negocios y restaurantes”, señaló la secretaria de Desarrollo Económico, María Fernanda Galeano Rojo, al explicar el alcance del encuentro y su vínculo con el fortalecimiento del comercio local.
En Buñuelería La Especial, el premio llegó como una validación a una trayectoria extensa. Su propietario, Alberto Granados, lleva más de 55 años dedicado a la elaboración de buñuelos. Para él, el oficio se sostiene en una atención constante a los detalles y en una relación cercana con el negocio. “Yo voy muy pendiente de la calidad, del aseo general y de la atención al público. Esto lo hago con mucho amor y estando muy pendiente del negocio”, dijo a EL COLOMBIANO, al explicar la base de un trabajo sostenido durante décadas.
Granados participó tras recibir la invitación al concurso y terminó obteniendo uno de los reconocimientos más significativos de su trayectoria. El premio, según explica, representa no solo un logro personal, sino un respaldo al trabajo constante de los pequeños negocios que avanzan sin grandes vitrinas, pero con clientelas construidas a lo largo de los años.
En la categoría de innovación, Happy Buñuelo apostó por una lectura distinta del mismo símbolo. Su fundador, Jhon Usma, explicó la propuesta con una frase que sintetiza el espíritu de la apuesta: “Nuestro producto consiste en masa de buñuelo y chicharrón. ¿Dónde habían visto esa combinación tan espectacular?”. La mezcla rompió expectativas y le permitió destacar entre los finalistas.
El festival contó con el apoyo de empresas como DiDi Food y Crea & Cocina.