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Samuel Torres trae todo el poder de la percusión latina a la música sinfónica

El percusionista bogotano se presentará este viernes 25 de julio en el Audiotorio Fundadores de Eafit.

  • Samuel Torres ha publicado varios discos, entre esos Regreso (2019), A dance for birds (2024), Alegría (2019), Force Displacement (2015), Yaoundé (2010) y Skin Tones (2006). Foto cortesía.
    Samuel Torres ha publicado varios discos, entre esos Regreso (2019), A dance for birds (2024), Alegría (2019), Force Displacement (2015), Yaoundé (2010) y Skin Tones (2006). Foto cortesía.
Sara Kapkin

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23 de julio de 2025
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Samuel Torres creció en Bogotá y en Nueva York, pero no era que iba y venía, sino que creció en las dos ciudades al mismo tiempo, porque adentro de su casa era Nueva York y afuera, Bogotá.

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Su tío Edy Martínez, también percusionista y quizás uno de los músicas de salsa y latina jazz más importantes del país, tocó al lado de los más grandes: Ray Barreto, Celia Cruz, Edy Palmieri, Johnny Pacheco, Larry Harlow, Machito, Mongo Santamaría, Rafael Cortijo, Típica 73, Tito Puente, Tito Rodríguez, Willie Colón, Dizzy Gillespie, Gato Barbieri, Paquito de Rivera, entre otros, y cada que venía de visita Bogotá traía la música y las historias de ese momento cumbre de la música latina. Pero afuera, la vida era otra. Era Bogotá, un colegio católico y un ambiente absolutamente conservador donde esa música parecía un pecado.

Samuel empezó a tocar desde niño, tocaba en bares aún siendo menor de edad. Después estudió música en la Universidad Javeriana, hizo música para cine y televisión, en producciones como Perro Amor y Golpe de estadio, y a los 22 se fue a vivir a Estados Unidos, primero a Miami, después a Nueva York.

Cómo su tío Edy, Samuel ha tocado al lado de los grandes, con Tito Puente, Arturo Sandoval, Paquito D’Rivera, Chick Corea, Alejandro Sanz, Ricky Martin, Lila Downs, Marc Anthony, Rubén Blades, Shakira y mucho más. Y este viernes se presentará en el Auditorio Fundadores en la Universidad Eafit. Al lado del director Ricardo Jaramillo presentará Regreso, un Concierto para Congas y Orquesta, y Frailejón. A su pasó por Medellín, EL COLOMBIANO habló con él.

Regreso es una obra que compuso en Medellín ¿cómo es esa historia?

“Este proyecto fue idea del maestro Ricardo Jaramillo, que es el director de la Nueva Filarmonía. El fue profesor mío y me conoce desde que tengo 13 años, y un día por allá en 2010 me dijo, Samuel, soy director titular de la Filarmónica de Bogotá y puedo programar lo que usted siempre quiso hacer, el concierto de congas y orquesta, y yo dije buenísimo, y escribí esa primera obra que se llama Ciudad Oculta.

Tiempo después, entre 2013 y 2015, estuve viviendo entre Medellín y Nueva York y eso fue como un proceso de re enamoramiento de mi país. Yo nunca había pasado mucho tiempo en Medellín, entonces fue como que descubrir otra Colombia y quise hacer una pieza que representará todas las emociones que estaba sintiendo, y escribí Regreso”.

Ese disco le dio una Grammy...

“Esa pieza la estrenamos en Berlín, la toqué con la Filarmónica de Medellín y tiempo después Ricardo me dijo que había hecho su propia orquesta en Bogotá, la Nueva Filarmonía y que quería que el primer disco que grabaran fuera dedicado a mi música, yo emocionadísimo, el disco salió y en 2019 quedó nominado al Latin Grammy. Fue el primer Latin Grammy en música clásica para Colombia”.

Su música está influenciada por la migración, esa mirada al país desde afuera...

“Sí, sobre todo porque los inmigrantes, cuando recreamos nuestra memoria cultural, lo hacemos desde el amor y la nostalgia, y esa nostalgia es una fuente de inspiración muy importante, sobre todo ahora, con todo lo que está pasando en el mundo con los inmigrantes, hay que estar unidos y cada vez más orgullosos de nuestra cultura, presentarla en espacios donde usualmente no se presenta.

Ese es uno de los propósitos de presentar las congas con la orquesta sinfónica, mostrar que las tumbadoras que vienen de la música bailable cubana, la música popular, la fiesta están al nivel de Beethoven o Stravinsky, es una música de gran profundidad”.

¿Cómo es ese encuentro entre las congas y la orquesta?

“La música tradicional europea tiene unas estructuras muy definidas que se desarrollaron por siglos y esas estructuras vienen de épocas de la humanidad que tienen cosas artísticas hermosas, pero cosas terribles en cuanto a los valores humanos, como el de la esclavitud, el de colonialismo, el machismo... Todo eso está de alguna manera puesto en esa música.

Pero eso empezó a cambiar desde comienzos del siglo XX. Compositores como Debussy y Stravinsky empezaron a cambiar esas jerarquías de valores dentro de su cultura, y yo, como percusionista, también quiero cambiar eso y lo hago enriqueciendo las formas de desarrollo que utilizo en la música que estoy tocando. La música popular, el latín jazz, tiene maneras de crear la música que parten de la repetición, del groove, del sabor. No nos da miedo repetir un motivo y seguir presentándolo.

En la música europea repetir y repetir era mal visto, había que tener un desarrollo siempre. Nosotros podemos repetir lo mismo toda la noche porque nunca va a ser igual. Entonces, más allá de poner unas congas con orquesta, es realmente escribir de una manera donde esos valores y esas jerarquías cambien. Lo que queremos hacer en el concierto es poner dos tradiciones juntas en la mesa, que podamos conversar de igual a igual y ver que sale de esa conversación”.

¿Cómo era la música en su casa?

“Mi relación con la música que se hacía en esa época en Nueva York fue muy familiar porque Edy venía y traía los pianos Fender Rhodes, los discos, había una colección increíble de Tito Puente, de Barreto, cosas de Latin jazz que Edy había grabado con Mongo Santamaría, con Gato Barbieri, yo crecí con eso. Es como si musicalmente hubiera crecido en Nueva York.

Cuando mis abuelos se murieron, tuve la vida de un niño normal bogotano en un colegio católico, donde la música era considerada un pecado. A los 12 o 13 años me sentía muy perdido, como todos en esa edad y empecé a sacar los discos de la colección y me enamoré, encontré el disco de Ray Barreto donde toca mi tío, que se llama Indestructible, que tiene la carátula de Superman y ahí quedé, dije no podré volar como Superman, pero puedo tocar congas. Me volví fan, un obsesivo total. Pero en el colegio pocos sabían de la música y que yo tocaba en bares desde que era menor de edad, me hubieran echado”.

Y terminó tocando con genios como Tito Puente y Chick Corea...

“Yo practicaba en mi apartamento solo, soñando, cada vez que tocaba viajaba a ese mundo imaginario, hasta que se volvió de verdad”.

En el concierto va a presentar otra pieza compuesta por usted, Frailejón ¿de qué se trata?

“Ganar un Latin Grammy ha sido una gran responsabilidad por toda la visibilidad que eso trae. Entonces decidí estudiar más, hice una maestría en composición clásica en el Manhattan School of Music y mi tesis de grado fue Frailejón. En Regreso estoy yo como solista, como conguero, pero quería traducir todo ese lenguaje y esa cuestión rítmica y esa energía de lo que yo siento cuando toco las tumbadoras dentro de la composición sin estar presente, en la orquesta”.

¿Cómo fue ese proceso conceptual para llevar el frailejón de la naturaleza a la música?

“Lo sabemos, pero a veces se nos olvida, que la música es un organismo vivo, las notas se comportan como un organismo, están en movimiento, no como una pintura que está quieta. Eso está reflejado en toda la parte de la orquestación y del desarrollo de la música, yo escribí para que se sintiera la vibración y la respiración dentro de la orquesta.

El instrumento que más me emociona en la salsa es la campa de mano, porque cuando entra ese instrumento todos salen a bailar, entonces quise hacer un homenaje a la campana y con ella al frailejón, que está absorbiendo el agua, la recoge y luego la suelta y crea riachuelos y arroyos, está creando vida”.

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