Los incendios son responsables de casi la mitad de esta destrucción, por lo que el fuego supera por primera vez a la agricultura como causa de la pérdida de selvas.
Estos ecosistemas albergan las mayores concentraciones de biodiversidad y son los entornos más amenazados del planeta. Su rol es fundamental para absorber CO2, el principal responsable del alza de las temperaturas.
La destrucción acumulada en 2024 representó el equivalente a 3.100 millones de toneladas de CO2 emitidas a la atmósfera, un poco más que el total de las emisiones vinculadas a la energía en India.
Retroceso en Brasil
Los incendios estuvieron propiciados por “condiciones extremas” que los hicieron “más intensos y difíciles de controlar”, afirman los autores.
Bajo los efectos del cambio climático, causado por la combustión masiva de energías fósiles, y del fenómeno meteorológico de El Niño, 2024 fue el año más cálido jamás registrado en el planeta.
El fuego puede tener un origen natural, pero en la mayoría de ocasiones está causado por el hombre para despejar el terreno.
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La deforestación provocada para dejar espacio a la agricultura, históricamente causa principal de esta destrucción, queda en segundo lugar, pero todavía es un factor importante.
En Brasil, dos tercios de los 2,8 millones de hectáreas destruidas se perdieron por incendios que, muchas veces, tenían como objetivo despejar terrenos para plantar soja o para la ganadería.
En 2023, Brasil registró progresos destacados en la reducción de la pérdida de su selva, durante el primer año desde el retorno al poder de Luiz Inácio Lula da Silva.
“Pero este avance se ve amenazado por la expansión de la agricultura”, declaró Sarah Carter, investigadora de World Resources Institute (WRI), con sede en Washington.
La Amazonía brasileña fue la más afectada, con el mayor nivel de destrucción desde 2016.
Estos datos contrastan con la medición que hace la red de monitoreo brasileña MapBiomas, que la semana pasada, registró una marcada caída de la deforestación en 2024.
La protección de los bosques es un tema central en la agenda de la COP30 de la ONU, que Brasil acogerá en noviembre en la ciudad de Belén.