Este lunes 28 de abril, en la quinta congregación general de cardenales en el Vaticano, uno de los temas más candentes sobre la mesa no fue precisamente espiritual: el futuro del cardenal Angelo Becciu, condenado por irregularidades financieras, se convirtió en un verdadero dolor de cabeza para la Iglesia.
Aunque el papa Francisco le retiró los privilegios de purpurado en 2020, Becciu insiste en que mantiene su derecho a participar en el próximo cónclave.
Y su postura ha puesto en aprietos a toda la cúpula eclesial reunida en Roma.
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¿Puede Becciu entrar al cónclave? La incógnita que enfrenta el Vaticano
De acuerdo con reportes de prensa de Italia, el secretario de Estado, Pietro Parolin, presentó dos cartas firmadas por Francisco en las que se indicaba que Becciu no podría participar en el cónclave.
Sin embargo, hasta ahora no hay confirmación oficial ni de las cartas ni de su contenido.
Mientras tanto, Becciu asegura que el mismo pontífice le comunicó que “todo estaba resuelto a su favor”.
Frente a esta incertidumbre, los cardenales deberán votar en secreto si aceptan o no su presencia en la Capilla Sixtina para la elección del próximo Papa.
Un escándalo que divide y duele a los cardenales
“El caso Becciu está causando sufrimiento”, admitió el cardenal Fernando Filoni, a su llegada a las congregaciones generales en el Aula del Sínodo.
Por su parte, Giuseppe Versaldi, otro veterano purpurado italiano, fue contundente: “Becciu es una persona estimable, pero eso no significa que no sea culpable”. Una frase que resume el dilema moral que vive hoy el colegio cardenalicio.
Mientras tanto, Becciu sigue asistiendo como cualquier otro cardenal a las reuniones generales. De los 252 cardenales presentes, solo 134 son menores de 80 años y, por tanto, tienen derecho a votar en el cónclave.
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A finales de 2023, un tribunal vaticano encontró culpable al cardenal Angelo Becciu de delitos financieros vinculados a una polémica operación inmobiliaria en Londres, utilizando fondos reservados de la Santa Sede. La sentencia: cinco años y seis meses de prisión.
La condena marcó un hito en la historia reciente de la Iglesia, siendo la primera vez que un cardenal de alto rango era juzgado y condenado por la justicia vaticana.
Y ahora, su participación en el proceso de sucesión papal se convierte en un auténtico quebradero de cabeza para Francisco y sus hombres de confianza.
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