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China y Estados Unidos: ¿Cuál de los dos dará el primer paso?

hace 4 horas
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  • China y Estados Unidos: ¿Cuál de los dos dará el primer paso?

Por Beatriz de Majo - beatrizdemajo@gmail.com

El mayor país consumidor del mundo y el mayor exportador han entrado en guerra. Los próximos días serán cruciales para el devenir económico planetario. Las bolsas, los bancos, los gobiernos, las grandes trasnacionales, las empresas de vocación global, todos están experimentando las turbulencias que Estados Unidos y China han inyectado a los mercados. Una situación como la que atravesamos debe ser resuelta por el gigantesco costo que comporta para todos.

Pekín venía preparándose para un descalabro de envergadura, o para una eventual ruptura de la interdependencia, porque la agresión estaba cantada desde que el propio Donald Trump durante su campaña electoral amenazó con aranceles de 60% a China.

En este momento para China una toma de decisiones estratégicas de mediano o de largo plazo resulta impracticable toda vez que no existe un discurrir racional en la actuación de quién ha sido el primero en agredir. Proteger la economía doméstica de las consecuencias de una guerra de aranceles pareciera ser el movimiento más inmediato: las industrias no se detienen ni los barcos pueden dejar de embarcar las cargas. Es que los mercados y los negocios reaccionan más rápido que la política.

Para los exportadores chinos es imperativo encontrar soluciones inmediatas para las mercancías que esperan a ser cargadas. La febril actividad de los puertos chinos se ha alterado, por no decir que en algunos se ha detenido, en espera de movimientos políticos más sensatos. Las órdenes de compra están siendo anuladas o puestas en espera ante la incapacidad de predecir el verdadero impacto de lo arancelario.

En China existe conciencia plena del nivel de vulnerabilidad propio, aunque reconocerlo no sea tarea de estos días. Una contracción de hasta 1% del PIB pudiera ser la resultante. Los desaforados anuncios de Donald Trump encuentran a Pekín en un momento delicado. Los efectos de la crisis inmobiliaria aún están presentes, la confianza del consumidor está en su peor momento, la deuda interna no logra ser controlada, la propensión a invertir se continúa debilitando, el desempleo juvenil provoca malestar creciente y la sobrecapacidad industrial no está resuelta. Con todo esto en el decorado, el reto de una confrontación comercial externa del tamaño de la actual y su impacto en la disminuida tasa de crecimiento del gigante de Asia anuncia dificultades políticas serias.

Aunque Xi asegure altisonantemente que su país “no retrocede ante ataques injustos”, China no puede permitirse el lujo de prescindir del mercado importador americano. Su gran ventaja es que China viene recorriendo buena parte del camino hacia una mejor suficiencia desde una década atrás cuando Xi Jinping anunció su plan de autonomía denominado “Made in China 2025”.

Embarcados ya los dos en esta carrera, el nivel prohibitivo de derechos de aduana hace impracticables los intercambios hacia uno u otro lado. Ambos lo saben y por ello se enfocan en atornillar alianzas en su favor tratando de configurar polos definidos de influencia. La cuesta es más empinada para China. Ella no está exenta de encontrar fuertes resistencia en muchos de estos posibles aliados, por lo notorio, protuberante e inconveniente de sus prácticas comerciales non sanctas, su dumping, subsidios, robos de tecnologías. Sin hablar de sus violaciones persistentes de derechos humanos.

Así pues, lo inteligente sigue siendo poner los codos sobre una mesa y dilucidar la mejor opción para cada lado en el entendido de que un desacoplamiento ya está en camino. No se trata ya de infligir daño adicional al contrincante sino de retroceder para protegerse y colocarse en posición salidora.

Será Pekín quien dé el primer paso para salir del impasse.

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