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Lo que es mío

hace 3 horas
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Por Diego Aristizábal Múnera - desdeelcuarto@gmail.com

El primer libro del profesor de sociología, José Henrique Bortoluci, me conmovió. “Lo que es mío” es corto, hecho de recuerdos, no apela a la ficción pero puede leerse como una novelita sobre el padre que, como camionero, recorrió Brasil y fue sumando lentamente historias de todo tipo, y de fondo, están las consecuencias de la construcción de enormes proyectos de infraestructura, como la carretera Transamazónica: un plan que conllevó la brutal deforestación del Amazonas y que, como tantos otros planes encabezados por la junta militar brasileña, carcomió un país que fue salvaje y hoy arrastra una profunda herida.

“Las palabras son carreteras. Con ellas conectamos los puntos entre el presente y un pasado al que ya no podemos acceder. Las palabras son cicatrices, restos de nuestras experiencias de cortar y coser el mundo, de unir sus trozos, de atar lo que insiste en dispersarse. Las palabras eran el regalo que mi padre traía en el camión cuando yo era un niño”, escribe el hijo, José Henrique, sobre un padre, José Bortoluci, que a finales de 2020 siente unos dolores extraños en el abdomen. Y como las palabras pueden olvidarse, a la par que el padre inicia un tratamiento para un cáncer de intestino, el hijo empieza a grabarlo a principios de 2021. “Hijo, esta charla que estamos teniendo aquí la vas a conservar como recuerdo, porque ya sabes que me voy a marchar pronto”.

José Bortoluci, más conocido en Jaú como ‘Didi’, apenas estudió, a los siete años se puso a trabajar en un pequeño terreno familiar, a los quince se mudó a la ciudad y a los 22 se hizo camionero, oficio que desempeñó durante 50 años. ¿Cómo se narra la vida de un hombre común? “El camionero es un héroe olvidado. Maltratado, despreciado. Vosotros sois los únicos que no me olvidáis: nadie nos valora, nadie. Nadie ve nuestro sufrimiento al levantarnos a las dos de la mañana, estar en danza hasta las once y media o las doce de la noche, quedarnos sin comer, correr el riesgo de morir en un accidente, de ser asaltados, lo duro que es estar lejos de la familia”, dice el padre, y el hijo, en estas entrevistas, en esa voz que queda grabada y escrita, capta la vida cotidiana del alma, y nosotros como lectores, nos regocijamos en el asombro.

Este libro, que tiene la sabiduría y el dolor propio de la carretera, nos lleva por una supuesta aparición de extraterrestres al norte de Mato Grosso o la destrucción de una selva para construir una carretera bajo la convicción errada de que la selva no se acabará nunca mientras se explota el negocio de la madera y se instauran formas particulares de tortura promovida por la dictadura. O vemos la desigualdad como una marca distintiva en nuestra cruel amalgama colectiva o las arbitrariedades del Estado. Pero a la par está el deseo precioso de ver, de conocer sitios, vivir la aventura, sortear los lodazales de la carretera, la lucha contra el sueño en esos viajes infinitos, los amigos que quedan, la familia como prioridad. Todo eso ayuda a construir un relato contundente y humano, un libro que al final nos deja sonriendo, porque “la vida es la vida”, y es mejor con sueños.

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