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Que el socialismo es una ruina ya lo sabemos. Lo hemos visto repetido una y mil veces. Cuando el muro de Berlín se desmoronó a muchos se les abrieron los ojos de par en par, porque mientras en la Europa Occidental vivíamos en términos muy similares -allá en los albores de la década de los 90- a los estadounidenses, nuestros vecinos del Telón de Acero se habían quedado en la posguerra mundial.
Las imágenes de las estanterías vacías en los escasos mercados y los niños famélicos terminaron por hacer despertar a la izquierda burguesa de todo el mundo. Cierto es que bastaba con observar el flujo de personas que trataban de pasar de un lado a otro. Todos corrían, saltaban alambradas y morían, en muchas ocasiones, tratando de alcanzar el Berlín oeste. Ninguno en la dirección opuesta.
Luego, ya sin la ayuda soviética, muchos descubrieron que todo en Cuba era un espejismo. Algo que un servidor ya había visto por los familiares que aún quedaban en la isla, en Camagüey, que alucinaban cuando pisaban por primera vez España en los 80, extasiados por el nivel de vida que nos gastábamos. Y eso que la España de esos años no era precisamente Jauja.
Las réplicas que dejaron los regímenes socialistas terminaron por tumbar todos los mitos y hoy pocos jóvenes se ponen ya una camiseta del Ché Guevara.
Sin embargo, el socialismo se ha reinventado en una suerte de Papá Estado que ha llevado el Estado del Bienestar europeo al paroxismo hasta deformarlo por completo. Lo que fue un gran invento fruto del pacto entre conservadores, liberales y socialdemócratas, que pusieron el crecimiento al servicio de todos los ciudadanos se ha pervertido hasta comerse toda la tarta y endeudarnos a nosotros y nuestros hijos. Veamos un ejemplo.
España pierde millonarios. En apenas un año, la cifra de personas con alto poder adquisitivo (al menos un millón de dólares líquidos, excluyendo por tanto la residencia habitual) se ha reducido en 4.000 personas. Se trata de una caída del 1,6%, de los 250.600 millonarios de 2023 a los 246.600 de 2024, según el 29º informe de riqueza mundial de Capgemini.
Pero a pesar del voraz apetito recaudador del Gobierno del socialista Pedro Sánchez y del creciente gasto público, que mantiene la deuda en el 103,5% del PIB, el 25% de los españoles lleva ya una década en riesgo de pobreza y la tasa de pobreza infantil de España se mantiene como la más alta de la UE, con 2,3 millones de niños pobres, según los últimos datos sobre pobreza en España sobre cifras oficiales. Es decir, con una presión fiscal efectiva creciente, que lleva a que de media cada español destine 45 de cada 100 euros a impuestos, 4,1 millones de personas viven en hogares con ingresos inferiores a 644 euros al mes por unidad de consumo.
Algo no cuadra y todos sabemos que es: el cuento socialista.
