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Mamás: ustedes mejor no escriban

El sistema nos dice, mamás: ustedes mejor no escriban. Mamás, esfuércense más. Mamás, mejor esperen, mejor no escriban. Sigan en lo que están: sirvan los desayunos, cierren bien las mochilas, empaquen las loncheras.

02 de mayo de 2024
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  • Mamás: ustedes mejor no escriban
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Por Juliana Restrepo - JuntasSomosMasMed@gmail.com

Hace casi cien años invitaron a mi amor Virginia Woolf a dar dos clases magistrales en los dos primeros college para mujeres de Cambridge. Virginia escribió un ensayo espléndido que después se volvió el libro Una habitación propia. En él, examina las inequidades de género que existían (existen) y qué hacían que hubiera (hayan) menos libros escritos por mujeres. Afirmaba que para crear obras de arte, una mujer debía tener una habitación propia. Decía que esa teoría de que el genio poético sopla donde le place y tanto entre quienes poseen una habitación como entre los que no, contiene poca verdad.

Una forma moderna de tener una habitación propia es aplicar a una residencia. Hay cientos de ellas: unas todas bourgeois bohème en unas casitas en Suiza, unas en riscos en la Costa Azul, en bosques, en campus. Pero, ¿adivinen qué? Son habitaciones para personas sin hijos. Uno no puede llevarlos incluso si pasan la mayor parte del tiempo fuera en un colegio. No querida, aquí no cabes, aquí tú te traes tu ser creativo-expansivo-escritor, pero los críos los dejas en casa. Como columnista tendría que darles estadísticas, yo diría que la razón debe ser de 5:100 (Chatgpt dice 24:200) entre las con hijos y las sin hijos. Eso significa que si una madre se presenta tiene dos probabilidades que juegan en su contra: Primero, solo se puede presentar al 5-10% de las residencias, segundo, a esas se presentarán todas las otras madres o padres entonces serán mucho más competitivas.

Cien años post-Virginia seguimos en las mismas. El sistema nos dice, mamás: ustedes mejor no escriban. Mamás, esfuércense más. Mamás, mejor esperen, mejor no escriban. Sigan en lo que están: sirvan los desayunos, cierren bien las mochilas, empaquen las loncheras. Mejor sepárense de sus hijos cuando quieran crear. Recojan las medias tiradas en el piso, corrijan dos tildes en el ensayo de Sociales. No den besos de las buenas noches mientras conciben un personaje. No cambien la frase al final de un párrafo mientras dicen “tranquila linda, no vas a soñar con monstruos”. Esperen a no ser necesitadas para escribir. No piensen en la estructura de un capítulo mientras oyen una balacera en Fornite. El sistema nos dice: Para las mamás, más difícil todo. Para las mamás, no hay habitación.

Virginia querida, tú estarías furiosa. Yo lo estoy. Tengo esa furia necesaria y legítima que nos libera de las injusticias, de la que habla Soraya Chemaly en su libro Rage Becomes Her: The Power of Women’s Anger. Y abrazando mi ira te digo: Voy a ganarte sistema, voy a escribir mi novela, voy a darle un beso en el pelo a mi hijo mientras siento que en el primer capítulo hará calor y sonarán las cigarras y en una terraza que se parece a la de mi hermana, habrá una mesa y un bebé parecido a ti cargado por su abuela materna que acaba de regar un vaso de agua.

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