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8 de agosto de 2026

¿Qué tal si viralizamos el futuro y cancelamos la desesperanza?”.

hace 10 horas
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  • 8 de agosto de 2026
  • 8 de agosto de 2026

Por Juliana Velásquez Rodríguez - opinion@elcolombiano.com.co

En 1989 asesinaron en Soacha a Luis Carlos Galán, símbolo innegable de una crisis de la democracia. En 1990, Víctor Gaviria estrenó Rodrigo D, No Futuro, una cruda radiografía de los barrios más olvidados de Medellín. En 1991, la ciudad se ganó —con dolor— el título de la más violenta del mundo con 6.809 homicidios, consecuencia de la amenaza del narcotráfico. En esos tres años parecía imposible pensar en desarrollo y prosperidad, soñar un futuro posible. Y eso que no había redes sociales para amplificar el caos.

Hoy, Ramiro Meneses —protagonista de Rodrigo D— es un artista consagrado que expresa libremente sus posturas. La familia Galán sigue en el escenario político y la Constitución del 91 ha propiciado un escenario más claro de participación; asimismo, Medellín ha vivido décadas de crecimiento: imperfectas, sí, pero llenas de razones para el orgullo.

Tres décadas después, enfrentamos otro momento aparentemente improbable. Luego de tres años de deterioro sistemático en los indicadores de desarrollo, con más violencia, una fuerte expansión de grupos armados en el país ejerciendo control territorial, secuestros -313 en Colombia en 2024 según MinDefensa-, incertidumbre en salud y educación, y una narrativa de odio que reina en redes sociales, el futuro vuelve a parecer distante, casi imposible.

Pero hoy, como en los noventa, hay una sociedad que no se detiene. Hay empresas que siguen apostándole al país, líderes sociales que caminan las calles defendiendo causas, organizaciones y gobiernos locales que, mientras atienden la coyuntura, no pierden de vista el futuro. Eso también es resistencia.

Enfrentamos un dilema: quedarnos atrapados en las polémicas estériles de un exalcalde imputado —cuyos resultados fueron los peores en décadas para Medellín—, o enfrascarnos en una narrativa nacional de confrontación permanente y desconfianza. O podemos escoger otra vía: construir, persistir y avanzar. Volver a poner en el centro las ideas, la esperanza y la acción colectiva. Actuar con propósito cívico y visión de largo plazo. Tomar hoy las decisiones que siembran futuro y actuar en coherencia.

En Proantioquia elegimos ese camino. Lo hicimos en los noventa, cuando nacieron el Centro de Ciencia y Tecnología de Antioquia (1990), Colfuturo (1991) y el Metro de Medellín (1995) en medio de la desesperanza. Y lo hacemos ahora, con programas como Liderario y Emergentes, incubando AgCenter y la Promotora Cultural, consolidando una región aeroportuaria conectada globalmente, diseñando un proyecto de turismo sostenible y empujando a Urabá como motor industrial, agroindustrial y portuario; convocando al cuidado de la democracia para las próximas décadas. Eso es lo que somos: una historia conectada con el futuro.

Seguimos apostando por el país que no se rinde. Que cada paso que demos nos acerque al 8 de agosto de 2026, como un símbolo para quienes no se han resignado. Y un punto de partida para quienes no vemos la hora de empezar a reconstruir.

Los invitamos a viralizar las conversaciones sobre futuro, a exigir planes ejecutables de desarrollo y no promesas vacías, a bajarle al ruido que promueve quien no tiene nada más que decir, a construir con optimismo y resiliencia. Viralizar el odio es la mejor forma de perpetuar el populismo que nos gobierna.

El 8 de agosto de 2026 será el inicio de una etapa de reconstrucción para Colombia o la continuación de la desesperanza. En Proantioquia, con nuestros afiliados, aliados públicos y privados, elegimos trabajar todos los días para lo primero. Elegimos ver el futuro como una promesa de cuidado, liderazgo optimista y anhelos concretos.

¿Qué tal si viralizamos el futuro y cancelamos la desesperanza?

*Presidenta Ejecutiva Proantioquia

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