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La alegría de vivir

Buscaste siempre el bienestar de todos los que estábamos a tu lado de manera completamente altruista, así esto pudiera implicar muchos sacrificios de tu parte.

03 de julio de 2025
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  • La alegría de vivir

Por Óscar Domínguez Giraldo - oscardominguezg@outlook.com

La noticia de la muerte de Luis Fernando Múnera López la dio su familia el sábado 28 de junio por los recovecos del wasap, ese periódico sin rotativa:

“Familia y amigos: Queremos dar gracias a Dios por la vida y obra de nuestro gran papá, esposo, hermano, abuelo, suegro y amigo, Luis Fernando. El Señor lo ha llamado a compartir su Pascua; él ha escuchado su clamor y ahora descansa en la Paz de Dios”.

En palabras de su hija Verónica, su taita se lució como ingeniero, gerente, maestro, músico, periodista, escritor, historiador; fue líder, hombre íntegro, bondadoso, generoso, lleno de luz. Fue papá presente, paciente, multifacético. Lo dijo en la misa de dos yemas celebrada en la parroquia Camino de Emaús, en El Retiro. (La misa en Medellín será el martes 8 de julio a las 4 de la tarde en la Iglesia de Santa Teresita). Jugó con cuatro damas el ajedrez de su vida: su esposa Clarita Gaviria y sus hijas Verónica, Adelaida y Catalina, quienes le colaban el aire.

En la misma ceremonia religiosa, Adelaida recordó que el presidente de la Academia Antioqueña de Historia impactó “de manera positiva e imborrable a todas aquellas personas que tuvimos el privilegio y el honor de conocerte... Recuerdo con inmenso cariño cuando alguien te preguntaba: ¿y qué has hecho Luis Fernando? Tu respuesta espontánea y sincera era: pues, vivir. Y sí que fuiste ejemplo de vida...”.

Catalina evocó así a su padre: “Nos enseñaste qué es realmente el amor incondicional. Supiste entregarte a todas las personas sin esperar nada a cambio con la sencillez y humildad que siempre te caracterizaron. Tu generosidad fue incalculable. Buscaste siempre el bienestar de todos los que estábamos a tu lado de manera completamente altruista, así esto pudiera implicar muchos sacrificios de tu parte. Tuviste un don de gentes increíble. Tratabas de manera bondadosa a todos sin importar quién fuera o representara para ti. Supiste darle valor a todos los seres humanos que se cruzaban por tu vida, tratándolos siempre con igual respeto, caridad y dignidad”.

En vida, hermano, en vida, su amiga, la columnista Elbacé Restrepo, le escribió, a su compañero de la tertulia de La Bastilla que batuteaba Bernardo González: “¡Gracias a la vida! Gracias por su grandeza, por su honestidad y trasparencia, por su ingenuidad y su alma llena de buenas intenciones siempre. Gracias por enseñarnos tanto de ética desde la práctica, no solo desde la teoría. Gracias por ser tan inmensamente buena papa. Y aquí podría seguir, pero mejor resumo para no ser intensa: ¡Gracias a la vida por su vida!”

Luis Fernando mejoraba hojas de vida. Uno se enriquecía lícitamente de su compañía. Sin estridencias compartió lo que sabía, una forma de alcanzar la inmortalidad en palabras del Dalái Lama. Buen viento, buena mar y buen amar para quien convirtió en obra de arte la alegría de vivir. Y de compartir.

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