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Sherazada juega ajedrez

Su vida es un milagro de la supervivencia. Vive en eterno zugzwang, una instancia del ajedrez en la que quien mueve las piezas pierde juegue lo que juegue.

hace 5 horas
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  • Sherazada juega ajedrez

Por Óscar Domínguez Giraldo - oscardominguezg@outlook.com

Es de los que nacen y mueren diariamente por el ajedrez. Esta audacia se llama Humberto Vallejo Velásquez, HVV. Levita con el juego que le lleva un semestre a cualquier solar del barrio La América, de Medellín, donde nació hace miles de jaques y mates.

La última vez me lo topé en el anárquico Parque de Bolívar que ha sido tomado por malandros cuidados por un CAI. Andaba con cara de Subuso, flaco, erguido. De reencarnar en una pieza del ajedrez escogería el alfil del que es una especie de altiva réplica. HVV tiene cara de no haber perdido la virginidad.

Cuando lo abordé llevaba un tablero de ajedrez plegable debajo del sobaco. Iba camino de su hábitat en el centro de Medellín: el club Los Peones. Cuando está cerrado, pierde el rumbo. El club queda en un segundo piso, sin ascensor. Si el caminante de Junín con Maracaibo aguza el oído, oirá el ruido de las piezas de ajedrez moverse dentro del tablero.

Los Peones reemplazaron al Club Maracaibo desde cuando dejó de existir en su vieja sede. Ahora funciona en el pasaje La Bastilla. HVV prefiere ahorrarse el lujo de la sonrisa porque el palo de su economía nunca está para cucharas. Hizo primaria, bachillerato y universidad en el Maracaibo de Arcadio Zuluaga. Desde entonces, el juego se convirtió en su modus “comiendi” y “vivendi”.

Enfrenta “marranos”, les da gabelas. Cuando gana podrá pagar esa noche su fugaz habitación donde siempre falta ternura de mujer. Rey del rebusque, vende cachivaches ajedrecísticos. Siempre hay una mano samaritana que lo invita siquiera a uno de los tres golpes diarios. De pronto aparecen mecenas que le financian su espléndida soledad por unos días. De resto queda por cuenta de la samaritana Caissa que jamás lo abandona... del todo.

Lo conoce el mundillo blanco y negro del ajedrez paisa. El maestro Emilio Caro destaca el gran nivel que tuvo Vallejo en sus mocedades pero anota que tuvo la mala suerte de brillar en tiempos de Cuartas, de Greiff, Óscar Castro y él mismo. Le pasó lo que a esos escritores que escriben en tiempos de algún Nobel. Su talento nunca se venderá pirateado en el semáforo.

Presidente vitalicio de su club de fans es Jorge Hernández V., vicepresidente este aplastateclas, secretario perpetuo, Óscar Galeano.

Su vida es un milagro de la supervivencia. Vive en eterno zugzwang, una instancia del ajedrez en la que quien mueve las piezas pierde juegue lo que juegue. Lo de Vallejo es zugzwang al revés porque siempre le gana la partida a la precaria vida que le tocó batutear. Algo tiene de Sherazada que con sus historias se va ganando la inmortalidad por las próximas 24 horas... HVV no cuenta historias, da mates.

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