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El giro “chinófilo” en Colombia

China no solo rivaliza con Estados Unidos en los frentes militar y económico, sino que proyecta un poder blando que le gana una imagen cada vez más positiva en el mundo.

hace 10 horas
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  • El giro “chinófilo” en Colombia

Atlas Intel suele describirse como una firma encuestadora, pero el término se queda corto. Desde 2019, su historial de pronósticos —elecciones en Argentina, Chile, Brasil, las regionales en Colombia en 2023 y, más recientemente, la presidencial de Estados Unidos— la ha posicionado como la compañía más disruptiva y acertada de la industria.

Lo que distingue a la firma brasileña es el Random Digital Recruitment, un método que capta entrevistados durante su navegación web y ajusta la muestra con algoritmos iterativos hasta reflejar fielmente el censo adulto. Así, su entrega más reciente centrada en el país, Latam Pulse–Colombia, ofrece una radiografía de la opinión pública que se aleja del promedio de las encuestas locales, pero que, a la luz del historial de aciertos de Atlas Intel, merece atención.

El sondeo revela un cambio significativo en asuntos de geopolítica: a pesar de la histórica cercanía de Colombia con Estados Unidos, los resultados de AtlasIntel sugieren que la percepción pública sobre las alianzas estratégicas del país podría estar cambiando. El 38% de los encuestados considera que China ofrece mejores oportunidades de inversión y financiamiento para Colombia, frente a un 32% que aún se inclina por Estados Unidos.

El cambio en el panorama es evidente: aunque Colombia sigue siendo uno de los aliados más cercanos de Washington en la región —Estados Unidos continúa como principal destino de nuestras exportaciones y mayor fuente de cooperación militar y antidrogas—, la evolución reciente de la opinión pública sugiere que esa superioridad podría tambalear en el mediano plazo.

Lo que más sorprende, sin embargo, es la velocidad del cambio. Mientras los mayores de 35 años mantienen un sesgo favorable hacia Estados Unidos, el grupo de 18 a 34 años se inclina de forma contundente por China (66 %). ¿Por qué los jóvenes colombianos se están declarando como “chinófilos” a pesar de crecer en un mundo que consume series de Netflix y películas hechas en Hollywood?

Esta brecha generacional revela una fractura: una generación creció bajo la hegemonía cultural norteamericana; otra ha sido formada por plataformas, mercancías y símbolos fabricados en el oriente asiático. La nueva faceta de la imagen “Made in China” no se limita a baratijas: ahora permea la moda, el comercio electrónico, los vehículos eléctricos y la tecnología de alto valor agregado. TikTok —creada por la firma china ByteDance— es el ejemplo más visible: su motor de recomendación, más adictivo que cualquier feed de Silicon Valley, la ha convertido en una de las redes sociales preferidas por la juventud. Los carros BYD recorren las principales avenidas del país, lucen mejor que muchas marcas europeas y, al ser eléctricos, no solo contaminan menos, sino que además resultan más baratos que modelos comparables. Los paneles solares, las baterías para almacenamiento y los aerogeneradores que impulsan la transición energética son, cada día más, fabricados en China, que no solo ofrece precios competitivos sino también liderazgo tecnológico. Temu revoluciona los hábitos de compra de miles de personas, mientras Shein despacha centenares de blusas por menos de 10.000 pesos y las entrega en Medellín en menos de dos semanas, gracias a algoritmos —afilados con la lógica de TikTok— que se adaptan con creciente precisión a los gustos locales.

Lo mismo ocurre en el exterior con los muñecos Labubu o los helados Mixue: las marcas chinas han dejado de ser sinónimo de baja calidad y empiezan a disputar el terreno cultural de las occidentales. No sorprende, entonces, que la tendencia vista en Colombia se replique en numerosos países: China no solo rivaliza con Estados Unidos en los frentes militar y económico, sino que proyecta un poder blando que le gana una imagen cada vez más positiva en el mundo. Un avance que coincide con la erosión de la marca Estados Unidos bajo el segundo mandato de Donald Trump, signada por anuncios erráticos, aranceles generalizados, recortes de cooperación —como el cierre de USAID— y mensajes ambiguos hacia las alianzas forjadas durante décadas con Occidente.

A ese poder blando se agrega la creciente presencia china en infraestructura: consorcios de ese país erigen obras emblemáticas como el Metro de Bogotá, el Regiotram de Occidente, Hidroituango y el Metro de la 80. Aunque la inversión aún es menor que en Perú o Brasil, podría profundizarse gracias a decisiones tomadas por el Gobierno de Petro como la adhesión a la Iniciativa de la Franja y la Ruta o al Nuevo Banco de Desarrollo de los BRICS.

Sin embargo, curiosamente, la encuesta de Atlas revela que esta cercanía con China no solo marca una brecha generacional, sino también ideológica: entre quienes votaron por Rodolfo Hernández en la segunda vuelta de 2022, el 64% sigue prefiriendo a Estados Unidos como aliado. En contraste, el 62 % de los electores de Gustavo Petro se inclina por China.

¿Pesará ese “giro chinófilo” en las urnas de 2026?

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