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Por Germán Vargas Lleras - opinion@elcolombiano.com.co
Se reunió esta semana en Cartagena el congreso anual de Naturgás, gremio que reúne a todos los actores de este importante sector de la economía y de los servicios públicos. Ha coincidido este evento con el consejo de ministros del lunes, dedicado a la energía. Sobre el particular solo quisiera decir que nunca como ahora el país había estado tan de espaldas a las necesidades de los ciudadanos, nunca se habían tomado medidas más desacertadas por cuenta de una combinación nefasta de ignorancia, indolencia e ideología; y nunca se había visto un gobierno decidido a minar nuestra seguridad energética, pasando la factura a los usuarios cuyos derechos dice falsamente proteger.
En el caso del gas ya vamos para tres años haciendo politiquería y culpando de todo precisamente a los que han impedido que la llama del gas se apague. Los datos no podían ser más alarmantes: la exploración viene cayendo de 132 pozos a 27 el año pasado, y si a esto sumamos el decaimiento en la producción, está claro por qué perdimos nuestra capacidad de autoabastecimiento.
Todo por cuenta de la decisión irracional y absurda de no volver a firmar ningún contrato de exploración y producción de petróleo y gas y de condenar el desarrollo de campos con tecnologías no convencionales de producción. Como resultado nos vimos obligados a importar gas natural y a impactar el precio del servicio público más económico del que disponían los colombianos.
Bueno es recordar que ha sido por cuenta de estas decisiones por lo que los usuarios han visto incrementadas entre el 20 % y el 36 % sus tarifas, las que podrían seguir subiendo impactadas por la tasa cambiaria y que además se ha perdido la confiabilidad del suministro.
Lo cierto es que a esta industria también le llegó su shu, shu, shu con el mismo ‘modus operandi’ que a la salud, la infraestructura, la vivienda y el sector eléctrico. Por la vía de la asfixia financiera y las acusaciones de acaparamiento, especulación y tarifas que justifican a ojos del Gobierno y su policía administrativa la intervención de los mercados, los allanamientos a empresas y gremios y en últimas la estatización de un sector que paradójicamente ha protagonizado una de las revoluciones sociales más grandes en nuestra historia.
Las deudas del Gobierno siguen creciendo en todos los frentes. El domingo pasado indiqué que al sector eléctrico le adeudan 6,9 billones. Petro no negó la cifra, pero mintió al referirse a los pagos realizados y también de cara a los futuros. Mintió también cuando acusó a las empresas de quedarse con los subsidios, pero lo peor fue cuando dijo que se pagarían con paneles solares. ¿Y los 800.000 millones que adeudan al sector del gas con qué se pagarán?
Estoy convencido de que Colombia cuenta con las reservas de gas suficientes para garantizar nuestra autosuficiencia, pero nos toca incentivar la actividad exploratoria y poner en marcha ya los nuevos descubrimientos en Córdoba, Sucre, Arauca y Norte de Santander. Resolver las consultas y los licenciamientos de los proyectos en el mar Caribe, pensando que la verdadera solución está en el desarrollo de las tecnologías de producción no convencionales. La experiencia exitosa de los Estados Unidos y de Argentina nos muestra ese camino con toda claridad en lo ambiental, lo tecnológico y lo energético, pero por supuesto no en lo ideológico ni en lo populista.
Como bien lo ha señalado la doctora Luz Stella Murgas, Colombia necesita una política de Estado frente al sector del gas, y yo añadiría frente al sector energético. No más improvisación, no más mentiras y no más guerra al sector privado. Ya el daño está hecho. Ahora hay que prepararse, en el menor de los casos y con realismo, para importar gas durante los próximos cuatro a cinco años. Las cantidades van desde 190 millones en 2026 hasta más de 400 millones de pies cúbicos día en 2028. Para ello se tendrán que construir facilidades para la importación de la molécula, adicionales a las existentes en Cartagena. Y ese gas no va a venir regalado de Catar ni de ningún otro origen y, por supuesto, no de Panamá por cables eléctricos imaginarios.
Eso solo cabe en los desvaríos del señor Petro.