Pico y Placa Medellín

viernes

0 y 6 

0 y 6

Pico y Placa Medellín

jueves

1 y 7 

1 y 7

Pico y Placa Medellín

miercoles

5 y 9 

5 y 9

Pico y Placa Medellín

martes

2 y 8  

2 y 8

Pico y Placa Medellín

domingo

no

no

Pico y Placa Medellín

sabado

no

no

Pico y Placa Medellín

lunes

3 y 4  

3 y 4

language COL arrow_drop_down

En su primer concierto en Medellín Shakira demostró que detrás de cada mujer hay una loba (auuuu)

Con un show de factura internacional, la barranquillera estuvo a la altura de las expectativas de sus seguidores en su primera presentación en el Atanasio Girardot.

  • La cantante barranquillera cumplió las expectativas de los asistentes a su primer concierto en Medellín durante la gira Las mujeres ya no lloran. Foto: Camilo Suárez.
    La cantante barranquillera cumplió las expectativas de los asistentes a su primer concierto en Medellín durante la gira Las mujeres ya no lloran. Foto: Camilo Suárez.
hace 2 horas
bookmark

El pop es un género musical construido a partir de las dos facetas del amor: el flechazo de los cuentos de hadas y la decepción cuando se descubre que el príncipe azul nunca dejó de ser un batracio. A simple vista, esto parecería ser un limitación discursiva, pero no lo es forzosamente. Al menos eso quedó claro en el primer concierto en el estadio Atanasio Girardot de la gira Las mujeres ya no lloran, de la cantante barranquillera Shakira. Y no lo es porque el pop bien hecho es catártico, una forma de poner en las palabras ajenas las emociones propias y darle un sentido a las vivencias románticas y de despecho.

Siga leyendo: En video | Maluma, la sorpresa de Shakira en su primera noche en Medellín

Comencemos por el principio. Shakira no la tenía fácil luego de cancelar su primera fecha en Medellín, a finales de febrero, y posponerla para abril. Algunas personas consideraron la decisión un desplante a una ciudad que se había preparado para recibirla tras casi tres décadas de ausencia. Otros, por su parte, con la tragedia en República Dominicana caliente en la memoria, le dieron la razón a la artista y a su equipo.

Los fans de siempre se mantuvieron en la trinchera sin bajar la bandera de la loba (vocablo ofensivo que la cantante desactivó y convirtió en un santo y seña para comunicarse con sus seguidores. Auuuuu). Consciente de esto, y con un encanto ensayado que le sale natural, la cantante, a los pocos minutos de subirse al escenario, pidió de forma lateral disculpas por el tropiezo de la agenda. El estadio la indultó con la euforia del aplauso y el grito.

Ya en tarima, Shakira demostró por qué es la reina de la industria discográfica colombiana. Con músicos que están a su lado hace mucho tiempo y con una corte de bailarinas que no la opaca, la barranquillera manejó los tiempos del concierto con guante de seda. Alternó la melancolía con el baile y el frenesí. En este punto vale la pena señalar que el tamaño sí importa en los conciertos. La música no se vive igual en un teatro para diez o quince mil espectadores que en un estadio cuyo aforo supera las cuarenta mil almas. En el primer escenario la música es el epicentro. En el segundo el papel principal lo tiene el show. Un piano y una guitarra bastan para conmover a un auditorio mientras un estadio se mantiene en vilo por un montaje escénico en el que comulguen a la perfección sonido, luces y visuales.

En su concierto, Shakira no escatimó recursos. Por más alejada que estuviera de la tarima, la gente no perdió detalle del evento gracias a una pantalla descomunal en la que alternaron videos hechos con inteligencia artificial y la transmisión en vivo de los movimientos de cadera. La producción fue tan profesional que los pasajes lacrimógenos no resultaron excesivamente pesados. También hay que hacer alusión del estado atlético de la barranquillera, que cantó y bailó sin perder la sonrisa de diva del pop. Más se cansó la gente tratando de seguirla, que ella sobre el escenario, por instantes descalza, con el peso de tantas miradas y cámaras encima. Ella fue una chispa de carisma que ni el pretty boy Maluma eclipsó en su aparición relámpago.

Lea aquí: De Antología a Última, así le ha cantado Shakira al amor

Ahora, en las gradas y en la cancha circuló una electricidad femenina. Aquí la lectura adquiere otra frecuencia. Ya no se trata de la mujer de carne y hueso con un micrófono sino de la marca construida con cálculo y talento desde 1991, con el lanzamiento de Magia, su primer disco. Si se hiciera una caracterización sociológica de los fans de la cantante muy seguramente -aquí especulo a partir de lo visto en el concierto- la gran parte estaría compuesta por mujeres entre los treinta y cinco y los cincuenta años. (Hubo adolescentes y niñas en el público). También la comunidad lgbitq+ entra en la manada de la loba (algo común en otras divas del pop, según varios estudios). ¿A santo de qué vienen estos datos especulativos? Sirven para sostener la siguiente afirmación: Shakira es el símbolo que la clase media tiene de la mujer empoderada.

Ella pertenece a la generación previa a la popularidad de la militancia feminista en América Latina. Sus hits -los que hicieron cantar con el alma y el pulmón a mis compañeras de fila- versan sobre las dos caras del amor mencionadas al principio de este texto. Pensemos en Última, la canción proyectada en las pantallas al principio del concierto. No hace falta una lupa de detective para caer en la cuenta de que la letra es una carta de despedida a alguien con quien se compartió un tramo de la vida pero que se fue, quizá para no volver. El video del tema fue estrenado el 22 de marzo de este año. En otras palabras, es lo más reciente de su trabajo musical puesto en la web. Pues bien, esa canción tiene un espejo casi perfecto en Antología, lanzada al público en 1997. Esa simetría revela consistencia en la mirada de la artista.

Le puede interesar: Shakira, facturando de lo lindo, lidera el reporte de conciertos en febrero en el mundo, según Billboard

Así las cosas, Antología y Última son expresiones de las formas en que las mujeres de clase media enfrentan el abandono y la infidelidad. Tienen dosis de desencanto con la pareja que no estuvo a la altura, pero conservan una imagen convencional del amor romántico. No cuestionan -no tienen porqué hacerlo- los mecanismos de la vivencia en pareja ni destilan un excesivo veneno con el ausente, pero sí hablan de la herida que deja el sueño inconcluso de la familia tradicional. Cada canción tiene un destinatario biográfico distinto -la primera fue escrita luego del fin de la relación con Oscar Ulloa y la segunda está dirigida a Gerard Piqué-, pero eso ni importa demasiado. Al final, las personas concretas se diluyen en un tipo de hombre vapuleado por cambiar una esposa por una joven. Cada oyente se apropia de la letra y la dirige a sus amores fracasados.

Al final del concierto, con una dosis agradable de adrenalina, pensé un chiste malo. “Y todo esto lo comenzó un frasco vacío de mermelada”, me dije tras cruzar los controles de salida. No y sí. Shakira desmintió que se enteró de la infidelidad de Piqué por la mermelada de la nevera –si no sabe a qué me refiero, ahí están las miles de noticias escritas al respecto–. Pero eso no le quita verdad al hecho de que fue la crisis desatada por Piqué la que le permitió a la colombiana conectarse con su repertorio, renovarlo con canciones que le dieron premios y plata, y hacer match con una generación de oyentes que la conocieron en su papel de esposa y madre. La lección no puede ser más clara: en cada mujer, ama de casa, anida una loba dispuesta a salir de las arenas movedizas de la irresponsabilidad afectiva de los hombres. Miles lo han hecho.

El empleo que buscas
está a un clic

Nuestros portales

Club intelecto

Club intelecto

Las más leídas

Te recomendamos

Utilidad para la vida

Regístrate al newsletter

PROCESANDO TU SOLICITUD