El estreno de Tropicoqueta, el quinto álbum de la cantante antioqueña Karol G, ha sido empañado por la molestia de los oyentes con el video de su canción Latina Foreva. Y no es para menos: después de la salida en falso que significó +57 para los cantantes colombianos del género urbano –que incluyó un debate en el que participaron mandatarios locales, regionales y hasta los estrados judiciales–, se esperaba de ellos cierta consciencia sobre los temas de hipersexualización de las mujeres y las referencias sexuales con menores. No fue así. Latina Foreva sigue por el camino de +57 e incluso, si nos apuran, va mucho más allá.
No hay duda de que Karol G es un referente latino muy poderoso. Sin embargo, Latina Foreva demostró que el crecimiento no siempre se refleja en las letras. Y ahí está el punto crítico. La evolución musical choca, en ocasiones, con un mensaje lírico que parece estancado en fórmulas fáciles. El problema no es solo el contenido de la canción, sino su contexto cultural. La estrofa más repetida —“Teta’ y nalga’, te-teta’ y nalga’”— no deja espacio a interpretaciones profundas ni dobles lecturas. Es una celebración explícita del cuerpo como recurso de valor. Las mujeres latinas, según la voz de Karol G, son deseadas por ser “mamacitas”, tener “planetas” que “ni la NASA conoce”, y ser capaces de prender la fiesta “desde la mañana”.
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Lo paradójico del asunto es que Karol G intenta balancear este discurso con mensajes de empoderamiento femenino: el rechazo a un hombre insistente, la fiesta entre amigas, la libertad para perrear sin culpa. Sin embargo, el efecto neto es contradictorio. El llamado al “empoderamiento” termina enmarcado en la misma lógica que lo oprime: el cuerpo como campo de batalla, el deseo masculino como punto de referencia, la validación a través de lo físico.
Este debate no es abstracto ni ajeno. Medellín, ciudad natal de la artista, enfrenta desde hace años el flagelo del turismo de explotación sexual. Organizaciones de derechos humanos y el mismo Estado han denunciado la llegada masiva de extranjeros —especialmente estadounidenses— en busca de mujeres latinas, muchas veces menores, a quienes identifican como “exóticas” o “fogosas”, términos que encuentran ecos en muchas canciones del género urbano.
La cultura que se exporta en piezas como Latina Foreva no solo tiene consecuencias simbólicas, sino prácticas. Alimenta una industria subterránea de explotación que se disfraza de fiesta. Según datos de la Fundación Renacer y el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, Medellín figura entre las ciudades con mayor incidencia de casos de prostitución infantil, abuso y tráfico de personas con fines sexuales. La promoción indirecta de estos imaginarios refuerza dinámicas de poder que atentan contra la dignidad y la seguridad de niñas y mujeres.
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El coro de Latina Foreva tiene un gancho innegable. Es pegajoso, bailable, eufórico. Pero también es reiterativo. Repite el patrón que ha sido señalado tantas veces en el reguetón comercial: las mujeres como “mamis”, como “nenas”, como cuerpos que se invitan, se presumen y se celebran por sus curvas. La misma estructura que ya había sido duramente criticada en +57, y que parecía superada tras las disculpas y la reflexión pública, regresó.
Nadie niega que la música urbana tiene raíces en la fiesta, en la calle, en lo popular. Ni que Karol G es una figura poderosa que ha logrado romper barreras y posicionarse como referente global de la música latina. Pero precisamente por eso, lo que dice y canta importa. Cada verso puede reafirmar narrativas que le hacen mucho daño no a Medellín, sino a las niñas y jóvenes que terminan atrapadas en esa red de explotación sexual.
Latina Foreva podría haber sido un himno de libertad y celebración para las mujeres del continente. Tenía los ingredientes. Pero terminó atrapada en los clichés más agotados del género. Y lo más preocupante es que el debate no avanza. Se repiten los argumentos de defensa (“es solo una canción”, “la música urbana siempre ha sido así”). Lo que ha hecho Karol G en menos de una década es mucho más que escalar en los rankings musicales, cierto. Ha reescrito las reglas de participación femenina en un género altamente competitivo y masculino. Su figura no es solo la de una cantante exitosa: es la de una mujer que logró poner su voz al mismo nivel que los grandes del reguetón, que construyó un imperio musical desde la independencia creativa, y que además abrió puertas para otras artistas. Pero su documental en Netflix, Mañana fur muy bonito, permite ver precisamente con detalle eso: las contradicciones que se viven como figura pública y las presiones que conlleva ser referente durante el proceso de creación.
“Ya no hablamos de un género urbano liderado por hombres, sino que ya las mujeres empezamos a lograr un espacio importante y estamos encabezando con ellos el mercado. Lo único que no hemos podido eliminar todavía es el machismo en esta industria: el hombre puede hacer y decir lo que quiera, pero la mujer se tiene que cuidar de todo”, dijo Karol G en una entrevista con El País en 2017.
Y es evidente, las críticas que recaen sobre ella casi nunca se las hacen a los hombres. A pesar de que sí las vimos en el caso de +57.
Y no es que no se pueda hablar de sexo, sino que no hay espacio allí para otras formas de la sexualidad que no sean aquellas dónde la libertad y el empoderamiento femeninos son sinónimo de prostitución, de OnlyFans. Pero esa es la audacia máxima del reguetón, que convirtió el deseo machista en el discurso de las mujeres.
“Yo nunca había visto publicidad directa de la prostitución de mujeres latinoamericanas y la trata de mujeres, hasta el nuevo video de Karol G. La inventiva colombiana, y la chispa de las colombianas que promocionan carne de colombianas. “Teta culo teta culo”: audacia poética”, escribió Carolina Sanín a propósito de Latina Foreva.
Mientras tanto, Karol G anuncia el lanzamiento del álbum en su cuenta de Instagram diciendo: “No es un álbum de escuchar una vez y entenderlo todo... este álbum es un viaje. Cada canción es un mundo. Un ritmo distinto. Un sentimiento distinto... Y creo que ahí está la magia... (y el reto también), que no se revela todo al principio. Es un álbum para quedarse... Para irlo descubriendo de a poquitos... Para volverse a enamorar de una canción distinta cada día”.
Latina Foreva es tan solo una de las 20 canciones del disco, según reveló la artista hace dos días, cinco de ellas son colaboraciones. Con el cantante urbano panameño, Eddy Lover, interpreta Dile luna y con la estadounidense Mariah Angeliq –con quien ya colaboró en 2021 en el éxito El makinón– canta FKN Movie. Las más comentadas son las que la paisa realizó junto al mexicano Marco Antonio Solís, la colombiana Greeciy y el francoespañol Manu Chao. Coleccionando heridas, Amiga mía y Viajando por el mundo son las canciones que interpreta al lado de estos artistas respectivamente.
Pero la campaña de expectativa de Tropicoqueta no comenzó con el anuncio del tracklist. Si se mira en retrospectiva, podría decirse que empezó el 22 de mayo, cuando Karol G estrenó Latina Foreva, el segundo y polémico sencillo del álbum. Incluso, se podría ir más atrás, hasta el 30 de abril, día en que se realizó en Medellín el preestreno de Mañana fue muy bonito, el documental de la artista en Netflix. Allí, la cantante reapareció —tras varios meses alejada de las cámaras— con un nuevo look de cabello.
Y es que, en un mundo digital donde todo se narra bajo la sombrilla del famoso “storytelling”, cada detalle debe entenderse como una miga de pan que los artistas dejan en el camino para que sus seguidores la sigan hasta descubrir el final del cuento. Así, un cambio de estilo no es solo eso, sino el inicio de un álbum que busca darle la vuelta al mundo.
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Con su nuevo cabello castaño claro, las “pistas” de un próximo lanzamiento continuaron. Después vino Latina, luego las fotografías donde el color naranja era protagonista —Karol ya ha pasado por el rosa, el rojo y el azul—, hasta que, finalmente, el 9 de junio anunció oficialmente el lanzamiento de Tropicoqueta con un video en el que emula el estilo de las icónicas bailarinas del cabaret cubano Tropicana.
Las referencias a la música tropical de hace décadas continuaron: en la portada del álbum aparece Karol sentada encima de tres grandes congas con un pequeño traje de dos piezas naranja. Pero Tropicoqueta no solo quiere mostrar las tradiciones musicales latinas, sino que quiere ir más hondo en la cultura de la región: así lo demostró la cantante el martes, cuando publicó un teaser del álbum al mejor estilo de los culebrones mexicanos, en el que actuó al lado de cinco grandes de la televisión azteca: Anahí, Ninel Conde, Gaby Spanic, Azela Robinson e Itatí Cantoral.
“Este álbum suena a un pedacito de todos. Empezó como un deseo en agosto del 2023. Desde ese momento les he venido dejando algunas pistas en el camino y puedo decir que cuando lo terminé, lo hice con el corazón llenito del amor que recibí en cada país que visité”, escribió Karol G hace una semana en Instagram. Y aunque los que siguieron las pistas descubrieron una parte del enigma (o de la sorpresa), aún quedaron pendientes misterios por resolver. Uno de ellos es la canción número 13, la cual aparecía en blanco en el listado que compartió la cantante y que muchos especularon que se trataba de una colaboración especial. A este punto ya el asunto quedó resuelto y las preguntas que quedan son de otro orden. Al igual que celebrado, el lanzamiento del álbum también ha sido criticado por la imagen que promueve de la mujer latina.
Viajando por el mundo con su álbum Mañana será bonito, Karol G pensaba en cuál sería su próximo paso. Sabía, como dijo al anunciar su quinto disco de estudio, que no se trataba de mirar más lejos, sino de mirar más adentro, más adentro de ella, de quien en realidad es, de lo que la representa. Quería volver a la raíz, a las canciones con las que creció, a los sonidos que la hicieron enamorarse de la música. Tropicoqueta, el nombre del álbum que estrenó la noche del jueves, mezcla el “trópico” con un tono lúdico. La paisa lo define como una “carta de amor” a sus raíces, una evocación emocional de su pasado y su identidad. En la portada del disco aparece en traje de baño naranja, sentada sobre congas, en una imagen sensual pero también nostálgica, según sus propias palabras: “Este álbum es alma, es pasión, memoria, es nostalgia, es alegría, es fiesta, es identidad”.
Y es cierto: hay una intención de reconexión, de volver a los sonidos que la formaron, de rescatar lo tropical, el calor, el sabor. La propuesta estética es coherente, alegre, colorida. Pero es precisamente ahí donde ha generado una tensión más compleja: ¿cómo separar el homenaje cultural del uso estereotipado de lo latino? ¿Cuándo la exaltación se convierte en caricatura?